Elecciones andaluzas
Rivera mide los pactos para no lastrar su marca en las generales
Teme que apoyar al PSOE en Andalucía le reste votos en las próximas citas
Cuando nadaba a destajo en uno de los clubes deportivos más elitistas de Barcelona, Albert Rivera Díaz presumía de ser un chico bien del PP catalán, dónde militó durante cuatro años. Algo que suele ocultar ahora, pero ahí queda. Albert era un joven de derechas, muy vinculado a los populares catalanes y contrario al nacionalismo. Su padre, Agustín Rivera, era un hombre discreto al que no le gustaba la política. Su madre, María Jesús Díaz, quería para su hijo una flamante plaza de juez, pues Albert había obtenido unas excelentes notas en Esade, concretamente en la asignatura de Derecho Civil. Pero el joven campeón, pues marcas de nadador sacó unas cuantas, quedó un día prendado por algunos ideólogos del catalanismo ilustrado. Entre ellos, Frances de Carreras, que fue su gran impulsor en su aventura política.
El ascenso de Albert Rivera y su marca, Ciudadanos, afronta una encrucijada. «Yo seré transversal», repite hasta la saciedad este líder pulcro y de momento sin mácula, a quien le revienta que le pongan marcas de perfume. «Frivolidades ni una, y menos a estas alturas», afirma el diputado por Barcelona en el Parlamento de Cataluña. Pero consciente de su creciente papel como partido bisagra, no ha parado de venir a Madrid, comer y cenar con personas variopintas, y tejer una red de influencias nada desdeñable. Como un converso procedente del PP, le gusta cortejar a la élite izquierdosa. Y así lo ha hecho, en algunos encuentros recientes con empresarios mediáticos, a los que desea mimar y vender su plataforma abierta hacia todos.
Pero el escenario se complica y su primera reválida es Andalucía. ¿Con quién pactará Ciudadanos? Y sobre todo, ¿será este primer paso un pasaporte definitivo a otras coaliciones? ¿Puede Rivera dar sus votos a la izquierda en Andalucía y ofrecerse al PP, su antiguo partido, en otras plazas electorales? La encrucijada es gorda, porque tampoco el electorado perdona vaivenes y ofertas volátiles. Esa invocación a la transversalidad le puede ser rentable de momento. Pero tal vez sea lesiva y muy negativa a largo plazo. «A Rivera le han hecho un héroe los nacionalistas, veremos ahora en el resto de España», opina un veterano dirigente del PP catalán que bien le conoce.
Sea como fuere, y ante el creciente ascenso de Ciudadanos en las encuestas, Albert Rivera afronta todo un proceso de ortodoxia y definición política. Si pacta con unos, o lo hace con otros, en plan veleta, acabará mal parado. Expertos sociólogos coinciden en que la esperanza de los llamados partidos bisagra se diluye en guerrillas de poder. Así se vio en formaciones como Unión Valenciana, el Partido Regional de Cantabria o en el PAR aragonés. «Flor de un día para llegar al poder», dicen estos profesionales. Si cometen un error en su primer pacto y actúan con veleidad es su final, añaden sin dudarlo.
Mimado y anhelado, Rivera se permite lanzar un órdago a Susana Díaz: «No estaré con un PSOE que mantiene a Chaves y Griñán», ha dicho contundente. Como valentonada puede servir, pero la historia política de este país anda llena de declaraciones similares, después sepultadas por negociaciones y cargos. El líder de Ciudadanos puede ahora, y parece que las encuestas se lo permiten, venderse muy caro. Pero la hora de la verdad, con el denso horizonte electoral en ciernes, demanda ofertas claras. «Los jueguecitos se pagan», afirma un reputado sociólogo que ha trabajado muchos años para el PSOE y que atisba en Andalucía el gran ensayo, el auténtico laboratorio previo a las elecciones generales. «Deberá medir muy en serio su política de pactos», concluye.
Así las cosas, el campeón de natación que militó en el PP no para y baraja sus cartas. Separado de Mariona Saperas, una joven de la burguesía catalana, y padre de una preciosa niña, que es su pasión, se ha visto en las últimas semanas con destacados «gurús» del IBEX, a quienes intenta vender su programa económico y calmar frente a las agitadas amenazas de Podemos. «Yo soy el líder tranquilo», le dijo a uno de estos grandes empresarios en un reciente almuerzo. Es amable, exquisito y educado, pero todos quieren que se defina. «No vengas con doble vara», le espetó uno de ellos en la última reunión. Hete aquí la clave. Albert Rivera puede subir mucho en las encuestas pero debe, como avezado nadador, sincronizar la jugada. De lo contrario, puede ahogarse sin remedio. Sin salir a flote.
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