Opinión
Romper la concordia por el bien de la concordia
Al problema de a quién tenemos al mando, empeñado en perpetuarse en el poder, debemos sumar, no lo olvidemos, una oposición que anda a por uvas
Ya nos había dejado claro Óscar Puente (por favor, que nadie evite que siga hablando) que la amnistía, más que por la concordia y el interés de España, era por siete votos y un interés personalista en la investidura. No es de extrañar, pues, que el de esta mercantil transacción no esté siendo, precisamente, un camino de rosas. Rota la concordia, pero por la concordia (o por siete votos, qué más da), a las movilizaciones ciudadanas, que continúan en Ferraz día tras día, se suma el desencuentro bronco en el Congreso de PSOE y Sumar con el PP, a cuenta de la petición de este de un informe por parte del Consejo General del Poder Judicial y del Consejo Fiscal que los grupos de la coalición rechazan. Las críticas por parte de diarios progresistas internacionales, como Le Monde o The Guardian, alertando del peligro que supondría para el Estado de derecho, o el debate en el Parlamento Europeo sobre el estado de la democracia en España, tampoco ayudan. Casi doscientas instituciones españolas han rechazado públicamente la amnistía, incluidas muchas del ámbito jurídico. Los últimos, 120 profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad de Granada. La avalancha de denuncias y reclamaciones ante la Unión Europea es imparable. Cómo es la concordia.
Seguro que Sánchez esperaba algo más parecido a un dulce deslizarse por la ladera mullida de un prado verde. Más oso panda juguetón que esta molestia. Pero la cosa no le está saliendo tan a pedir de boca como, intuyo, soñaba. En lugar de “guapo” le gritan “traidor”, pese a los esfuerzos de los suyos por coaccionar, con métodos muy poco democráticos y comunicaciones tirando a totalitarias, para evitarse los abucheos. Que le incomodan. En realidad, le incomoda todo: le incomodan los informes (por si disienten), le incomodan los ciudadanos (por si protestan), le incomodan los periodistas (por si fiscalizan, le incomoda Europa (por si preguntan). Por incomodar, cualquiera diría que le incomoda hasta la propia democracia. Por si funciona.
Pero, aún renqueando, aún con chinas en los zapatos, la amnistía ahí sigue, a lo suyo. Pasito a pasito. Y por vía de urgencia, como proposición de ley, para acelerar trámites y tiempos, y prescindir de informes. Como si no fuera relevante. Como si tramitar la impunidad de los condenados y los encausados por el proceso independentista, vulnerando la igualdad de los ciudadanos y enmendando al poder judicial (y hasta la palabra del Rey) fuera una minucia intranscendente. Una que no nos afecta (ni interesa) a todos. Como si hacerlo, además, en pago por hacerse con el poder a toda cosa no fuera una perversión amoral de las propias herramientas de las que está dotada nuestra democracia. Una violación de su propio espíritu y sus ideales.
Podrá salir adelante, no lo dudo, esta amnistía. A poco que se empeñe, lo sabemos, es capaz de todo. Pero es que, por si fuera poco, al problema de a quién tenemos al mando, empeñado en perpetuarse en el poder, debemos sumar, no lo olvidemos, una oposición que anda a por uvas. Una que no afronta de cara la principal preocupación ahora de la ciudadanía y que, más allá de apuntar que disiente y de un intento chusco, y tibio, por instrumentalizar el malestar social de una buena parte de los españoles, no ha sido capaz de mucho más. Una en dejación de funciones, que prefiere concentrar sus esfuerzos en que quede clara su distancia con Vox más que en plantar batalla, con contundencia, ante este ataque a la Constitución, al acuerdo del 78. De esta, así las cosas, solo nos salva que a Sánchez le beneficie más otra cosa.
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