Pedro Sánchez
Sánchez, año I: del pacto de Estado al abrazo a Podemos
El partido que lidera busca su propio espacio como alternativa al PP y ante la clara amenaza de ser fagocitado por Podemos
Primer aniversario del nuevo PSOE. El partido que lidera busca su propio espacio como alternativa al PP y ante la clara amenaza de ser fagocitado por Podemos
«Cambiando...». Bajo este lema, hace prácticamente un año, nació a altas horas de la madrugada en un hotel de Madrid el nuevo PSOE. Sobre el papel una lista de nombres más o menos conocidos que obedecían al afán de integración y de responder a los apoyos prestados al nuevo secretario general. Por delante, el reto de articular y redibujar una alternativa a la derecha, capaz de encarar con garantías un curso político marcado por la concurrencia a distintos procesos electorales que definirían el destino de los socialistas y de España. Poco queda del PSOE que recibió Pedro Sánchez hace un año, salvo la esencia y unas siglas que no cambian.
Partido. El nuevo líder asumió los mandos de un partido en caída libre. Derrotado, encadenando hecatombe tras hecatombe electoral y desconectado de un votante de izquierdas que comenzaba a coquetear con otras formaciones o que se había lanzado en brazos del desencanto y la abstención. Tomó el relevo de un Alfredo Pérez Rubalcaba incapaz de dar credibilidad a un PSOE que no había sabido prever ni gestionar la crisis económica en el Gobierno y en el que los españoles ya no confiaban, tampoco, en la oposición. Las elecciones europeas marcaron el punto de inflexión, los ciudadanos pasaron de dar la espalda al partido a girar tímidamente la mirada hacia Pedro Sánchez para observar qué rumbo tomaba. Pero estos comicios también dieron alas a la principal amenaza de los socialistas en su espectro ideológico: Podemos. La formación de Pablo Iglesias ha llegado incluso a amenazar la hegemonía del PSOE al frente de la izquierda, aunque su rol de muleta de gobierno tras el 24-M les ha conferido un cariz de aliado, más que de enemigo a batir. Sin embargo, la formación emergente –ahora más debilitada- no renuncia a su objetivo: fagocitar a los socialistas y ocupar su lugar de referencia contra la derecha. El nuevo PSOE blandió la espada de la transparencia y la contundencia contra la corrupción como marca propia, un arma de doble filo que también utilizó contra todos aquellos sospechosos de malas prácticas. No hubo piedad contra los usuarios de las «tarjetas black», se defenestró por motivos electorales a la dirección del PSM y a su secretario general Tomás Gómez y se guardaron demasiadas cautelas con los implicados en los ERE de Andalucía.
Socialista. Las siglas del PSOE cercadas por la corrupción contribuyeron a minar la credibilidad del bipartidismo. Desde hacía tiempo ser socialista no era algo de lo que sentirse orgulloso y varios barones territoriales reconocían a este diario que en campañas electorales anteriores, a la del 24-M, existía «hostilidad en la calle» hacia las siglas del PSOE. Tras las municipales y autonómicas, en las que -a pesar de cosechar el peor resultado de su historia- el partido ha recuperado cotas de poder autonómico y municipal superiores a las de 2007, los socialistas han levantado cabeza a nivel moral y territorial, aunque los pactos con Podemos que han forjado para granjearse ciertos gobiernos puedan sentar la base de su debilitamiento institucional de cara a las generales.
Obrero. Es su nicho de votantes de cara a los próximos comicios. El PSOE no esconde que sus mensajes electorales van dirigidos a la clase media y trabajadora a la que, según sus argumentos, la derecha ha castigado duramente durante los últimos cuatro años. Por ello, los socialistas han impulsado medidas como el Ingreso Mínimo Vital para aliviar a los hogares sin ningún tipo de recursos o han asumido el compromiso de no subir un céntimo los impuestos a la clase obrera. Su reconexión con la clase media viene motivada, en parte, por la fuerte irrupción de Podemos en el discurso social. Un discurso que desde el PSOE tratan de desacreditar basándose en la escasa «viabilidad» de los argumentos aportados por la formación de Pablo Iglesias.
Español. Otra de las características heredadas del nuevo PSOE es su rol de partido de Estado. Los socialistas rubricaron en Moncloa el pacto de Estado contra el terrorismo, una actitud incardinada en los valores de la formación que les supuso sufrir numerosas críticas y sortear, de nuevo, la sombra de la «gran coalición». El PSOE también ha dejado en un segundo plano su vocación republicana para apoyar sin cortapisas la unidad de España y la bandera. No en vano, su líder, Pedro Sánchez, pronunció su primer discurso como candidato a La Moncloa pertrechado por una gran enseña nacional. Este afán integrador casa con la defensa de una Cataluña dentro de España que hace el partido, respondiendo con el modelo federal y la reforma de la Constitución a las pretensiones independentistas que reivindica Artur Mas. Su apoyo a la Monarquía, personificada en la figura de Felipe VI, también es inequívoco. La «sintonía generacional» que existió durante el primer encuentro entre Sánchez y el Rey se hace extensivo al reinado de Don Felipe, valorado positivamente desde el PSOE por sus gestos de apertura y de transparencia.
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