Política
Susana Díaz sopesa el salto a Madrid
Carmen la cigarrera. El mayor mito femenino andaluz, debido a la pluma de Prosper Merimée y universalizado por la ópera de Georges Bizet, es una temperamental trianera que trabajó en la Real Fábrica de Tabacos, el suntuoso edificio que desde mediados del siglo pasado alberga el rectorado de la Universidad de Sevilla. Desde allí mismo dirigirá a los andaluces su mensaje de fin de año Susana Díaz, más de Triana que la Esperanza y con más temperamento que un cabo gastador de Regulares, otra mujer andaluza de armas tomar que hace bailar a su son a hombres poderosos: se llamen José Lizarrabengoa y sirvan en el Ejército o se llamen Pedro Sánchez y dirijan, es un decir, el PSOE.
La presidenta de la Junta de Andalucía volvió del Comité Federal con la seguridad de que su ansiado asalto a la cúspide del socialismo español es cuestión de tiempo, el que tarde el secretario general en estrellar contra la intransigencia separatista de Podemos su pretensión de presidir un Frente Popular redivivo. Mientras tanto, tiene una comunidad que gobernar y su agenda institucional de 2015 culmina con el tradicional mensaje televisado, tercero de su mandato. Para el primero, eligió la Alhambra de Granada; el segundo lo grabó en la Alcazaba almeriense; y ahora, tal vez en previsión de que sea el último, ha elegido la sede universitaria hispalense, que antes acogía también a la facultad de Derecho donde ella cursó la carrera... durante diez años.
Susana Díaz ha consolidado en las reuniones madrileñas de domingo y lunes su posición clave en el futuro del socialismo español pero no desea correr riesgos y antes de asaltar el poder se asegurará de que el secretario general esté por completo achicharrado. No escatima ningún esfuerzo en su estrategia de desgaste: ayer, el portavoz del Gobierno autonómico se saltó el marco institucional de sus ruedas de prensa para insistir en que «no se dan las circunstancias» para que Sánchez gobierne. Ella sólo teme una cosa: las primarias. Controla con mano de hierro el PSOE-A, la federación que más delegados envía a los congresos del partido, y domina como nadie el cabildeo de pasillo. Pero un sufragio secreto es otra cosa. «Los militantes votan para elegir candidato, no para elegir secretario general. Eso no lo contemplan los estatutos». Palabra de un fiel lugarteniente.
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