Política

Reformas contra el paro

Un contrato especial sin pagar Seguridad Social

La Razón
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El paro juvenil tiene unas dimensiones que nos debe avergonzar en la medida en que no seamos capaces de solucionarlo. Que más de la mitad de los jóvenes, que son o deben ser el sostén de un país, no tengan ocupación laboriosa es un baldón colectivo y un drama personal de largas dimensiones. Un joven que no trabaja pierde fe en el futuro, se le anquilosan las energías vitales y para las familias es dramático ver que los que deben tomar el relevo y comenzar su vida profesional no tienen nada que hacer.

En la solución del problema deben intervenir todos: el Gobierno, los empresarios, los sindicatos, los medios de comunicación, los expertos y, en general, toda la sociedad civil. En el empeño nos jugamos mucho. Ni más ni menos que ser un país con futuro o un país con un porcentaje escandaloso de pensionistas y parados, es decir, de personas que no producen.

¿Y qué medidas se pueden tomar?. Creo que lo inteligente y eficaz es ir a una división de las mismas: las emergentes y las duraderas. Sin duda alguna, las importantes son las segundas, pero con la sangría que padece el empleo juvenil hay que aplicar un torniquete. En concreto, hay que crear un contrato específico, de duración determinada, en el que los incentivos sean tales que el empresario casi se vea obligado a contratar. ¿Y cuándo ocurre eso? Cuando los costes laborales y la extinción del contrato sean realmente animadores para emplear a esos jóvenes. Desde luego, los costes de Seguridad Social deberían acercarse a cero, pues entre tener a un joven cobrando el paro (con la cotización a la Seguridad Social además) o no exigir cotización trabajando, parece claro que es mejor esta opción. Y desde luego, el tiempo parcial debería poder utilizarse, con nulas o mínimas limitaciones. Y vamos a ver cómo va la experiencia durante dos o tres años. Denostar, por precarias, tales fórmulas está muy bien en lo teórico, pero es un desastre en la práctica.

En cuanto a las medidas duraderas, la clave está en la formación y en las prácticas. Debemos llegar a un pacto nacional en este tema por su enorme trascendencia. Hay que volcarse en la Formación Profesional tomando ejemplo de algunos países de la UE, modélicos en este campo. Hay que dar rango universitario a muchos oficios, pues acabaremos, como hemos acabado, haciendo de la Universidad una fábrica de «parados cultos». Y en las prácticas, montar un sistema incentivador de las mismas, con regulación posibilista. Y no habría que descartar un contrato específico juvenil, hasta los 30 años.

Como el envite es de grandes dimensiones, también deben ser grandes la disposición y voluntad de llegar entre todos que tienen responsabilidad en el tema a una solución adecuada. Sin olvidar nunca que una cosa es lo deseable y otra, lo posible.