Caso Nóos
Una despedida con aldabonazo mediático
Perfil / José Castro Aragón. Juez
Su decisión estaba cantada. Hace tiempo que el Juez José Castro había comentado a sus colaboradores cercanos que la llamada «doctrina Botín» era altamente discutible y para nada aplicable a la Infanta Cristina. Por ello, su veredicto sobre la instrucción del «caso Nóos» no ha sorprendido en círculos judiciales de Palma. «Ha sido coherente en lo personal y consecuente en lo jurídico, obstinado hasta el final en la imputación de la hija del Rey Don Juan Carlos y hermana del actual Monarca», aseguran varios magistrados de la isla mallorquina. Al tiempo, señalan que esta decisión no prejuzga a la Infanta ni vulnera su presunción de inocencia. «La última palabra la tendrá la Audiencia palmesana y el juicio oral, donde la defensa de Doña Cristina puede plantear todas las alegaciones», añaden estas fuentes.
Pero la imagen de una Infanta de España sentada en el banquillo supone un hecho sin precedentes. Personas cercanas al juez Castro señalan que estaba muy molesto con la actitud del fiscal Horrach, antaño su amigo y ahora un «enemigo fratricida». No obstante, matizan que esta actitud, muy criticada en medios de la Fiscalía, no ha sido determinante a la hora de mandar a la Infanta a juicio. Los mismos medios indican que ésta «ha sido una víctima de su esposo», y que el proceso hubiera seguido otros derroteros con una autoinculpación y conformación de Urdangarin.
Sea como fuere, la hija de Don Juan Carlos y hermana de Felipe VI decidió apoyar a su marido hasta el final. Y el juez Pedro Castro Aragón ya tiene un aldabonazo mediático de campeonato en su carrera, que ha movilizado a altas instituciones del Estado. Su vida en estos días convulsos no ha variado sensiblemente, aunque ya no llegaba pedaleando a lomos de su bicicleta, desde su casa en Portixol hasta los juzgados de Vía Alemanya. La trascendencia de su veredicto hace que ahora se incremente, aún más, el celo de su vida privada. Hermético, aunque según quienes le conocen «simpático cuando quiere», acaba de soltar una de las más demoledoras diatribas en un proceso judicial.
Personas que trabajan en el juzgado afirman que ha seguido con su rutina de tomar café en un bar cercano. Lo que sí reconocen es que no hablaba mucho y que ha permanecido bastante encerrado en su casa, preparando en solitario el fallo. «No ha querido improvisar, sino hacerlo bien, muy documentado, ante lo que se avecina», comentan algunos funcionarios. En Mallorca, Castro es un hombre bastante asequible, que nunca ha esquivado a la prensa. Según su entorno, estaba muy molesto con las últimas declaraciones del fiscal Horrach, en las que tildaba de «indefensión» la situación de la Infanta. Sin embargo, cuando los periodistas le preguntaron, se limitó a decir que «hay criterios y criterios». En la isla, el juez ha hecho su vida de siempre, con visitas en casa de sus tres hijos, fruto de su primer matrimonio, y dos nietos, que viven también en Palma. Con su actual compañera, una mujer discreta, natural de Inca y de la que poco se sabe, suele acudir a algún restaurante próximo a su domicilio y a otro local de flamenco, al que es aficionado. Los fines de semana, se ha dejado ver en bicicleta por Portixol, con paradas en una panadería y una librería. En la primera, suele adquirir típicas «cocas» y ensaimadas mallorquinas. En la segunda, novela negra, a la que se aficionó en su etapa como funcionario de prisiones, y otros libros. Tal vez, en busca de textos para su impactante fallo.
Castro guarda celosamente su vida personal. Separado de su primera esposa, tiene desde hace años esta novia de Inca, con la que convive y se deja ver a hurtadillas. Padre de tres hijos, dos son abogados y uno procurador de tribunales. Al margen de las motos, es conocida su afición al kendo, arte marcial japonés que practica con alguno de sus hijos en un gimnasio cercano a su casa, así como el fútbol. «Ha estado concentrado, estudiando bien todas las alegaciones de las partes», dicen en su entorno. Lo que siempre tuvo muy claro, aseguran, es la incompatibilidad de la «doctrina Botín» con la imputación de la Infanta.
En los casi cuarenta años que lleva de juez, a punto ya de jubilarse, confiesa en privado que ha «aguantado tela». Es el hombre con más años al frente de un juzgado unipersonal, y aquí piensa retirarse en breve. Pasará a la historia por conducir al banquillo a una Infanta de España, en contra de la Fiscalía y la mayoría de las partes. Nunca la gustó lucir la toga y prefiere ese aire descamisado, suelto y apresurado.
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