Política

Gobierno de España

Una política exterior del siglo XXI

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, junto a líderes mundiales como Obama, Merkel, Hollande o Cameron, en la cumbre del G-20 de 2014
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, junto a líderes mundiales como Obama, Merkel, Hollande o Cameron, en la cumbre del G-20 de 2014larazon

Nuestro modelo de proyección exterior se basaba, hasta finales del siglo XX en el regreso pleno a Europa y a sus instituciones. Agotado de éxito ese modelo, ha sido preciso reflexionar sobre uno nuevo que lo sustituya. Y eso es lo que hemos hecho. Hace ahora tres años, la política exterior de España comenzaba a escribir un nuevo capítulo con un título muy ambicioso: responder a los retos de un mundo más complejo, que cambia muy deprisa, y que es distinto de todo lo que hemos conocido antes. Este nuevo capítulo tiene un único protagonista: el ciudadano como centro de la política exterior; y tres prioridades que se han ido cumpliendo de forma categórica.

Primero, nos comprometimos a promover y proyectar nuestros valores e intereses. La aprobación de la Ley de Acción y del Servicio Exterior del Estado y de la Ley de Tratados proporciona el contexto. La posterior elaboración, por primera vez en la historia democrática de España, de una Estrategia de Acción Exterior, hace partícipes de este objetivo-país a todos los agentes sociales, políticos y económicos. La creación del Alto Comisionado para la Marca España, la aprobación de un nuevo reglamento de la Carrera Diplomática y la decidida apuesta por la Diplomacia Digital son el complemento perfecto de este impulso modernizador.

Nuestro segundo compromiso fue proyectarnos globalmente como país avanzado: la consecución de un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad Naciones Unidas para el periodo 2015-2016 devolverá a España a la Champions League de las relaciones internacionales a la vez que nos ha servido para impulsar nuestros vínculos con áreas como el África subsahariana, el Caribe o el lejano Pacífico. La elección de Madrid como sede de la Conferencia de Amigos de Libia permitió recuperar el pulso en nuestra política mediterránea, mientras que la Cumbre de Cádiz supuso el pistoletazo de salida a la renovada relación iberoamericana.

Finalmente, propusimos la eficacia como el leitmotiv que guiara nuestra acción exterior. Superar la peor crisis conocida en Occidente desde 1929 exigía sentar las bases de un cambio de modelo. De un modelo económico asentado sobre una demanda interna hipertrofiada, se empieza a pasar a uno liderado por el sector exterior. Con ese objetivo, hemos dado un nuevo impulso a la diplomacia económica que ejerce nuestra red exterior, hemos establecido la posibilidad abrir misiones diplomáticas conjuntas con países de la UE e Iberoamérica, así como la incorporación de funcionarios españoles en las delegaciones de la Unión en el extranjero. Todo para llegar más y mejor a nuevos mercados. También hemos fortalecido la unidad de la acción exterior como método esencial para defender y promocionar mejor nuestros intereses en el mundo.