Elecciones generales
¿Y ahora qué vamos a votar?
Nos encontramos ante una segunda vuelta en toda regla. El 20-D dejó un resultado abierto pero un camino señalado: la gran coalición que deberían haber formado PP y PSOE. Tan sólo la suma de ambos conseguiría una mayoría absoluta el Congreso de los Diputados. Pero, finalmente, no ha podido ser y regresamos a la casilla de salida para volver a tirar los dados.
La mayoría de las encuestas publicadas hablan de un escenario político semejante al de diciembre de 2015, pero con algunas diferencias que permitirían que la suma de escaños de PP y Ciudadanos se acercara o incluso llegara a los 176 diputados que representa la mayoría absoluta, ambos quedaron el 20-D a tan sólo 13 parlamentarios de lograrla.
Ante el 26-J cabrá esperar un descenso en la participación, más por fatiga del electorado que por rechazo al sistema parlamentario, además es de manual considerar que el voto tenderá a concentrarse o polarizarse en dos opciones antagónicas. En el centroderecha la fuerza que más voto atraería debería ser el PP, pues es la única que podría disputar el gobierno a una fuerza de la izquierda. Obviamente el voto útil desde la derecha hasta el centro sería atraído como un imán hacia los populares para reforzar al PP ante lo incierto del resultado final. Pero la duda está en lo que ocurrirá en la izquierda, prácticamente dividida en dos bloques muy igualados entre sí; los socialistas por un lado y toda la galaxia Podemos por otro.
Las encuestas de NC Report para LA RAZÓN de este mes de abril nos revelan un debilitamiento de los socialistas a favor de los de Iglesias. El PSOE lleva cuatro semanas consecutivas retrocediendo y Podemos otras tantas subiendo hasta el extremo que a mediados de abril los morados habían dado ya el «sorpasso» a los socialistas. El tracking del día 16 confirmaba el adelanto de Podemos al PSOE con el 20,9% frente al 20,7%. La semana pasada se confirmaba la situación e incluso se ampliaba la distancia entre ambos con un 21,2% de Podemos frente a un 20,5% del PSOE.
Pero en el centroderecha español también empieza a haber movimientos. Durante el presente mes el PP no ha parado de crecer, pasando del 29,4% al 29,9% en cuatro semanas, mientras que C’s que tras las elecciones generales se reforzaba, ha empezado a dar signos de agotamiento, alcanzando su techo a principios de este mes con el 15,5% para comenzar un lento descenso en la tercera semana y que lo dejó en el 15,2% en la cuarta semana de abril.
Son señales que nos indican que podemos estar ante el inicio de la concentración del voto indeciso del centroderecha en el PP y el de la izquierda en Podemos. Y que confirmaría la teoría de la polarización electoral en estos dos partidos, relegando a un segundo plano al PSOE y a Ciudadanos.
Los populares esperan beneficiarse del voto útil y mejorar sus resultados del 20-D, incluso compensando la previsible pérdida de votos y escaños de C’s. Su objetivo es acercarse a los 140 escaños que junto a la treinta larga que obtendrían los de Rivera aseguran sumar la mayoría absoluta. De hecho, el PP volvería a ser la primera fuerza política en escaños y votos el 26-J. Es el partido que más votantes del 20-D retendría, concretamente el 89,7%, frente al 84.2% de Podemos, el 81,8% del PSOE, el 80,7% de Ciudadanos.
Los socialistas luchan por obtener entre 82 y 85 escaños, frente a los 90 del 20-D, mientras que Podemos aspira a sumar entre 68 y 71, y C’s pretenden alcanzar de 41 a 46 diputados.
La otra consecuencia de la repetición de las elecciones es enfrentarnos a una gran abstención, la mayor de toda la etapa democrática. De hecho las pérdidas más importantes de votos de los cuatro grandes partidos es debido a la abstención, que le quita el 12,7% del electorado a Ciudadanos, el 10,2% al PSOE, el 9,2% a Podemos y el 6.3% al PP. En total la abstención se incrementaría del 30,6% del 20-D al 35,9% el 26-J, lo que supone un descenso en la participación de 5,4 puntos en seis meses y alcanzando el mínimo histórico desde 1977.
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