La salud del Rey
Zarzuela descartó la operación en EE UU para evitar la Regencia
El fantasma de la abdicación del Rey se desvaneció ayer en cuanto se confirmó que Don Juan Carlos será operado en España, y no en Estados Unidos, lo que hubiera acarreado una prolongada ausencia del soberano, un vacío que habría alimentado, sin duda alguna, la posibilidad de un relevo temporal en la Jefatura del Estado. Por eso hay que aceptar y aplaudir la decisión de que la operación sea finalmente en España. Trasladar al Jefe del Estado, aunque fuera por pocas semanas, a la Clínica Mayo de Rochester, como aconsejaba la asistencia médica del especialista Cabanela, hubiera sido poco conveniente, no tanto para su salud como para la situación y los rumores que, en un día de espera de rueda de prensa, se propagaron ayer.
No eran rumores gratuitos. Las operaciones continuas a las que ha sido sometido el Monarca justificaban incluso que se hubiera planteado, ante esta nueva operación de larga, larga sin duda recuperación, que Don Juan Carlos decidiera pasar los trastos definitivamente a su hijo. Sinceramente, y desde mi punto de vista, no era el momento. Sólo cuando se conozca la sentencia del «caso Urdangarín», y se despeje, aunque sea a medio plazo, el futuro secesionista catalán, estaremos en condiciones –en mejores condiciones– para que Don Felipe asuma la Jefatura del Estado sin hipotecas, que ni le convienen ni él ha creado.
Si únicamente se producen estas infecciones de cadera en el uno o dos por ciento de los pacientes que se operan –según reconoció el doctor Cabanela–, la mala suerte de Don Juan Carlos con sus operaciones no es que sea un hecho, es que es una auténtica desgracia. «Mala suerte», que dijeron los médicos. Es como si la aquella buena suerte –«baraka», que diría el Rey– que acompañó a Don Juan Carlos toda su vida se esfumara en cuanto nos referimos a su salud. Pero es así y hay que aceptarlo.
En la rueda de prensa de ayer se planteó, por varios de los periodistas que pudieron preguntar, la abdicación, bien es verdad que para negarla, pero volvió a plantearse la posibilidad de que don Juan Carlos renunciara. No se lo ha planteado el soberano, nos dijeron, pero los actos del 12 de octubre y la Cumbre Iberoamericana –que tendrá que presidir Rajoy, y no el Príncipe como alguien insinuó– hacen volver la mirada a un Príncipe de Asturias que sigue en su sitio y que va acumulando información sobre personas en instituciones que ven en él el futuro de la institución.
Se habló también de Regencia, algo que sin duda hubiera sido lógico si Don Juan Carlos se hubiera operado y recuperado en la Clínica Mayo como estaba previsto. Me atrevo a decir que precisamente ésa ha sido la razón fundamental de que, en el último momento, y ya con el doctor Cabanela en Madrid, se optara por operar en España. Imagino que no volverán a elegir La Milagrosa, lugar donde, por cierto, no se dieron ninguna de las circunstancias de aislamiento para evitar interferencias a las que se aludió también ayer cuando preguntaron por el lugar idóneo para este tipo de operación. Y es que don Felipe hubiera podido asumir, en ausencia del Jefe del Estado del territorio nacional, una regencia temporal, aunque a ese tipo de regencias, que tantas veces conoció don Juan Carlos durante la enfermedad de Franco, el Monarca le tiene puesta la proa. Uno asume, lo ha dicho algunas veces en las escasas entrevistas que ha concedido, la Jefatura del Estado, pero la asume para siempre.
También se refirió el jefe de la Casa, Rafael Spottorno –una vez aclarado que don Juan Carlos no se había planteado en ningún momento la abdicación– a la eventual incapacidad del soberano para ejercer sus funciones. Pero como muy bien recordó, esa incapacidad no la decide el soberano –que sí decide la renuncia–, sino las Cortes en sesión conjunta –Congreso y Senado–, según señala el artículo 59.2 de la Constitución. De producirse esta incapacidad para ejercer sus funciones, inmediatamente pasaría a ejercer la Regencia el Príncipe Heredero, máxime si ya ha jurado la Constitución.
Sea como fuere, nos vamos acercando en virtud de las circunstancias a una situación que exigirá que el Príncipe acceda a la Jefatura del Estado. La infección anunciada de don Juan Carlos, que exigirá nuevos y largos cuidados y recuperación; análisis para precisar el tipo de gérmenes que ha producido la infección; tratamiento con antibióticos; doble operación u operación en dos fases; recuperación –entre ocho semanas y seis meses– aunque el Jefe de la Casa señalaba con extraño optimismo que podría acudir a la Cumbre Iberoamericana; y eso esperando que no haya complicaciones de otro tipo... Sí. Nos vamos acercando a ese momento.
Durante el día de ayer varios periodistas extranjeros, quizá movidos por el artículo de LA RAZÓN que anunciaba la consulta con el médico gallego-americano Miguel Cabanela, sólo querían saber si hoy se anunciaba la renuncia. Les parecía lógico. También por lo poco animado que ha aparecido Don Juan Carlos durante los últimos días. Era el dolor en la pierna izquierda, pero era también un desánimo que resultaba patente en sus comentarios a sus más íntimos, y al equipo médico que atiende habitualmente a Don Juan Carlos. Pero el Rey sigue. Sin duda las circunstancias lo aconsejan, pero precisamente esas circunstancias son las que necesitan a un Jefe del Estado en perfecto estado. Esperemos que esta mala suerte no se repita y, por qué no, preparemos la sucesión: algo de lo que casi nadie quería hablar hace unos meses y que, hoy, resulta tan necesaria como conveniente.
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