Ciencia
¿Cuándo empieza un bebé a caminar? La genética tiene mucho que decir
Este hallazgo revela conexiones con el desarrollo cerebral, el TDAH y el rendimiento escolar futuro
Un macroestudio internacional ha identificado por primera vez los genes que influyen en el momento en que los bebés comienzan a caminar. Publicado en Nature Human Behaviour, este trabajo científico analizó el genoma completo de más de 70.000 niños europeos para entender mejor cómo la genética afecta al desarrollo infantil temprano, en particular al inicio de la marcha autónoma.
Dar los primeros pasos es un hito clave del desarrollo infantil que suele generar muchas dudas en padres y pediatras: ¿es normal que camine a los 10 meses? ¿Y si aún no lo hace a los 17? Este estudio ofrece respuestas sólidas: la edad a la que un bebé camina no depende únicamente de la estimulación o el entorno, sino que tiene un fuerte componente genético.
¿Qué genes influyen en cuándo camina un bebé?
El estudio identificó 11 regiones genéticas que influyen significativamente en este proceso. Uno de los genes más destacados es RBL2, relacionado con el desarrollo cerebral. Además, se demostró que alrededor del 24% de las diferencias individuales en la edad de caminar pueden explicarse por variantes genéticas comunes, lo que confirma una alta heredabilidad poligénica.
Los hallazgos del estudio no solo explican el cuándo, sino también el cómo se relaciona este hito con el desarrollo cerebral. Utilizando una puntuación genética predictiva (polygenic score), los investigadores descubrieron que los bebés que caminan más tarde tienden a tener estructuras cerebrales más complejas, especialmente en áreas motoras como el cerebelo, el tálamo y los ganglios basales.
Sorprendentemente, también se halló una correlación genética entre caminar más tarde y un menor riesgo de TDAH, así como una mayor probabilidad de éxito académico en la vida adulta.
Implicaciones para la crianza y la pediatría
Este avance científico aporta una nueva perspectiva al seguimiento pediátrico. Aunque sigue siendo esencial consultar con un especialista si un niño no camina a los 18 meses, comprender la influencia genética puede aliviar la preocupación de muchas familias y ayudar a redefinir lo que se considera “normal” en el desarrollo motor infantil.
Más allá de tranquilizar a padres preocupados, este hallazgo tiene implicaciones para la detección temprana de trastornos del neurodesarrollo, abriendo la puerta a nuevas herramientas genéticas complementarias a la observación clínica.