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Violencia de género

¿De verdad nos están matando?

La periodista Rebeca Argudo repasa las cifras reales de mujeres asesinadas

Las estadísticas demuestran que no existe feminicidios
Las estadísticas demuestran que no existe feminicidioslarazon

Losa datos no dan la razón a la frase “nos están matando”. 47 mujeres asesinadas el año pasado es un dato dolorosísimo, irreparable e inaceptable que no podemos permitirnos como sociedad pero no hay un aniquilamiento sistemático de mujeres. No hay una conjura a nivel interestelar para borrarnos del mapa. No existe un feminicidio. La mitad de la población no está ejecutando a la otra mitad.

Recién entrado el 2019 en nuestras vidas y lo estrenamos con dos titulares exactamente iguales en los que apenas cambian tres conceptos.

Uno, del primer día del año: “Una niña nacida en Zaragoza, primer bebé de 2019”.

El segundo, del día tres: “Una mujer apuñalada en Laredo, primera víctima de violencia de género de 2019”.

Me produce una sensación extraña ver un titular tan parecido (recalcando el primero en algo) para dos hechos tan diferentes. Cualquiera diría que ciertos medios están esperando ambos acontecimientos, por igual y como agua de mayo, para que el contador deje de estar a cero. Ya tenemos nuestro nuevo año, nuestro primer bebé y nuestra primera víctima de violencia machista. Bienvenido 2019. Ponte cómodo que empezamos. Si fuésemos mal pensados podríamos, incluso, sospechar que hay quien siente cierta satisfacción, íntima e inconfesable, cuando ocurren estos hechos. Porque se reafirman en su posesión de la razón absoluta, porque están en lo cierto. Un “os lo dije”, un “nos están matando”. Y mira, no.

Una sola muerte violenta es un drama enorme e irreparable, que provoca una tristeza tremenda en toda la sociedad y nos hace sentir que algo ha fallado, especialmente y como no puede ser de otro modo, en los familiares y amigos de la víctima. Pero aprovechar estos hechos horribles y tratar de instrumentalizar el dolor y el miedo para alcanzar fines espurios es, cuanto menos, miserable. Por mucho que se empeñen en decirnos que lo mezquino es hablar de datos. Porque son fríos. Los datos están ahí, y son los que son: No nos están matando y no es peligroso ser mujer en España.

Vivimos en uno de los países más seguros. El número de muertes violentas en España es ínfimo. Según el INE, en 2017 (todavía no hay datos de 2018) hubo 308 homicidios. Apenas suponen una tasa de un 0,6 cada 100.000 habitantes, lo que sería un 0,0006%. El 89% de las veces, el agresor es un hombre. Esto querría decir que de esos 308 asesinatos cometidos en 2018, por poner un ejemplo, aproximadamente 274 personas fueron asesinadas a manos de un hombre. Pero, además, la mayoría de las víctimas también son hombres. De esos 308 asesinados de 2017, 207 eran varones. Es decir, y puestos a generalizar, que los hombres mueren a manos de los hombres. Os estáis matando, colegas. Parad un poquito.

La realidad es que la mayoría de los crímenes que englobaríamos bajo el epígrafe de “violencia machista” son perpetrados por la pareja o ex-pareja. Fueron 51 en 2017. O sea, un 16,5% de ese 0,0006%, lo que supone una tasa de muertes por violencia machista de 0,01% cada 100.000 habitantes. Eso vendría a equivaler al meñique de la mano derecha de una señora gallega en una localidad como Lugo. Para hacernos una idea.

Estos son los datos. La violencia existe, pero no es el nuestro un país inseguro donde nuestra vida peligre. Sin embargo, mientras sigamos empeñados en alentar las ideas enloquecidas que hablan de feminicidio y que simplifican hasta la náusea las causas de la violencia contra la mujer, no se van a poder tomar medidas reales para solucionar un problema que sí existe y que nadie niega. Lo que no es cierto es que todo se reduzca a una cuestión de género. Y si lo reducimos a eso, dejamos de contemplar todo el resto de factores y, al no abordar el problema en toda su amplitud, es complicadísimo afrontarlo de manera efectiva.

Esto son los datos. Y son fríos, sí. Pero son las cifras. No podemos confundir lo que sabemos con lo que creemos o lo que sentimos. Y si dejamos de creer en los hechos, si dejamos que se instale en nosotros el desencanto, quedamos a merced de las emociones. Y eso nos convierte en una masa asustadiza y maleable, lista para ser manipulada. Una joyita para los radicalismos de todos los pelajes, de un lado y de otro. Una joyita, vamos.

La buena noticia es que no hay un aniquilamiento sistemático de mujeres. No hay una conjura a nivel interestelar para borrarnos del mapa. No existe un feminicidio. La mitad de la población no está ejecutando a la otra mitad. No es necesario activar un DEFCON 2.

No, no nos están matando

No lo digo yo, lo dicen los datos. Los mismos datos que dicen que, efectivamente, hay una tasa de paro superior al 15%, la misma que dice que tenemos 1,3 hijos por mujer, la misma que dice que tres niños murieron asesinados en 2018 por sus padres pero no dice nada de los que fueron asesinados por sus madres o por las parejas de sus padres (aquí hay otro tema). La misma estadística que dice que hay más hombres en puestos de alta dirección, la misma que dice que la brecha salarial se sitúa sobre el 23%.

La misma estadística que dice que la friolera cifra de cero personas han sufrido el impacto de un meteorito en la cabeza haciéndosela papilla (independientemente de la probabilidad de que eso ocurriese) es la que dice que solo 0,01 mujeres de cada 100.000 muere por violencia machista. No podemos creer en la estadística unas veces sí, y otras veces no. Supongo que en eso estaremos todos de acuerdo.

Son 51 muertes por violencia de género en 2017. 47 en 2018. Con sus nombres y sus vidas perdidas, y el sufrimiento de sus familias. Con el fracaso que como sociedad nos supone no ser capaces de articular las herramientas necesarias para prevenirlos y evitarlos. Pero 47 de entre 47 millones. Un 0,0001%. Quizás, pero solo quizás, decir “nos están matando” sea una frivolidad. Una muy rentable para algunos y algunas. Pero frivolidad al fin y al cabo.