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La columna de Carla de la Lá

El bebé de Meghan Markle, los ingleses y el resto

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¿Qué por qué Carlos es el hombre más elegante del mundo? Pues porque es capaz de minimizar el impacto de esas orejas, y esas orejazas es imposible sobrellevarlas con dignidad si no es con máxima elegancia.

Me gusta Juego de Tronos, la potencia narrativa terrible, pavorosa, la belleza fantástica de cada personaje, su desprecio, extraordinariamente tranquilizador, por la muerte.

Me gusta la cultura latina y todo lo vital. Adoro a Térele Pávez y a Carmen Maura, pezones enhiestos, echándonos encima su impudicia (tan grande que es de admirar, que es ARTE) gimiendo de placer al ser regada en La ley del Deseo.

Me enloqueció Breaking Bad, white-trash, metanfetamina, problemas matrimoniales y disfuncionalidades de clase media; Los soprano, ese vodevil transformado en manual trascendente de mafiosos italoamericanos en chándal. O... Narcos, tanto en su versión USA como en la colombiana, puedo disfrutar sin límites de los bajos fondos de Medellín e incluso enamorarme de su protagonista psicopático, primitivo y barrigudo.

Sin embargo, mi serie favorita de todos los tiempos es Downton Abbey, por lo que uno intuye, deduce y comprueba en esa honorabilidad y esa elegancia que no fallan nunca y que no se encargan a estilista alguno, como quien encarga dos tortillas de patata.

Ojo, no digo que los estilistas no tengan su utilidad y su función, ¡Válgame Dios!, he de reconocer que Doña Letizia estaba espléndida el pasado 12 de octubre, mejor que nunca (aunque necesita que le repase un poquito la mirada la Doctora López Marín). No obstante, Eva (Eva Fernández es su estilista), la falda de bailarina muy bonita pero os recomiendo fusilar la chaqueta New Look de Dior y encargar 50 trajes, antes de que las cadenas de fast fashion la engullan y nos la devuelvan convertida en detrito ultrapop.

Pero volvamos al condado de Yorkshire: la elegancia inglesa, queridos, no se trata de trapitos porque es ácido desoxirribonucleico: ADN. La elegancia inglesa, es medular, celular, flota en el aire, en la luz y hasta en la fotosíntesis; y su impronta, pesa en la retina de los que no estamos ciegos desde la primera vez que vimos Mary Poppins, My Fair Lady, La vuelta al mundo en 80 días...

Inglaterra para mí es el imaginario del bien absoluto, lo que para otros la cosmética de La Malvaflor, el santoral, el deporte, la masa madre, los zumos Drink 6, no lo critico...

Pero ¡Fíjense bien! Un inglés no necesita ser guapo como Letizia, un inglés no necesita pelo, como Nadal, ni nariz respingona ¡Son poco majaderos! Lo siento, ¡son más regios!

Soy adoradora y devota de la Monarquía británica ¡El universo deberían gobernar! Ya lo ven, una anglófila irredenta estoy hecha, rendida, entregada, sin preguntas, sin fisuras, en mi anglofilia no cabe una grieta, ni una duda razonable porque está más cerca del pensamiento mágico.

Miren, el Cavalier es el perro más distinguido por ser el perro faldero por antonomasia de los reyes y las reinas de Inglaterra. Hace siglos, cuando las grandes señoras viajaban en carruajes llevaban un cavalier sobre sus faldas para mantener el calor durante el trayecto. Pero es con Carlos II con quién los Cavalier King Charles están estrechamente ligados (de ahí el nombre). Solía decirse de él que: “Su Majestad fue visto pocas veces sin sus pequeños cavaliers”.

Incluso publicó un decreto, no derogado aún, que con esta amorosísima y esplendorosa raza no se podría negar la entrada a nadie a los lugares públicos. Os aseguro que escribo esto con Butler (mi cavalier particular) sobre las rodillas; cuando estoy en casa, procura acurrucarse en mi regazo, y yo se lo consiento todo, claro. Lo mejor es que hoy día, acompañada por mi perrito, podría entrar en el mismísimo parlamento inglés con arreglo a las leyes.

¿Y qué me dicen de las parejas de la monarquía británica?, desde la legendaria reina Isabel, sin pecado concebida, y su marido, Felipe de Edimburgo, hasta su hijo Carlos (el hombre más elegante del mundo y el único que me creo de chaqué) y su amada Camila, una pareja poco agraciada ¿y quién necesita ser guapo en su posición? ¡Por favor! ¡Qué vulgaridad!

¿Qué por qué Carlos es el hombre más elegante del mundo? Pues porque es capaz de minimizar el impacto de esas orejas, y esas orejazas es imposible sobrellevarlas con dignidad si no es con máxima elegancia.

Pero llegan las nuevas generaciones:

Kate Middleton y Meghan, Guillermo y Harry no pueden ser más preciosos y cautivadores_y envidiables_ babicaída me tienen estos ingleses, sin parar. Creo que, incluso, los duques de Sussex son más primorosos que los de Cambridge, los mandamases, hasta ahora, de la belleza y la pulcritud sin concesiones, perdóname señor por decir esto.

Y luego, si te fijas, bueno, tampoco hay que ser Sherlock Holmes, ni de la policía científica para ver la maravilla del Príncipe Harry: un pelirrojo, un poco merlucillo (lo digo desde el respeto y el cariño extremos que llevo en mi corazón por la familia Windsor) deslucidito, rosado, cómo híbrido, hervido y algo torpón, que se pone chocho con su morenita mulatona, vibrante, chispiritosa, deslumbradora y reflectante y se suben a la luna...

Ay Meghan, esa encantadora luminaria para este británico pezqueñín y para todas las mañanas lluviosas de nuestra Gran Bretaña. Y ahora por si fuera poco, han encargado.

La Casa Real británica ha confirmado esta semana que los recién casados esperan su primer hijo para la primavera de 2019 y que llegará como el mejor regalo de aniversario, por si no nos sentíamos aun suficientemente miserables.