Ana Botella
Federico: otros vendrán que bueno te harán
El periodista tendrá que indemnizarla con tres mil euros y leer la sentencia íntegra durante tres días consecutivos en su programa
Jiménez Losantos condenado a pagar 3.000 euros a Irene Montero por intromisión ilegítima en su derecho al honor. Acabáramos. El periodista, en su programa radiofónico en Esradio, llamó a la portavoza (ay, que me da la risa) de Unidas Podemos (que me da otra vez) cosas como “analfabeta funcional”, “novia del amo” o “matona barata”.
Jiménez Losantos condenado a pagar 3.000 euros a Irene Montero por intromisión ilegítima en su derecho al honor. Acabáramos. El periodista, en su programa radiofónico en Esradio, llamó a la portavoza (ay, que me da la risa) de Unidas Podemos (que me da otra vez) cosas como “analfabeta funcional”, “novia del amo” o “matona barata”. Además, debe retirar de los archivos el contenido, leer la sentencia al inicio de su programa durante tres días consecutivos y, atención, abstenerse de “efectuar nuevas intromisiones que atenten contra el honor de Irene Montero”. Muero.
Parece que cuando Pablo Iglesias twitea cosas como “ (...) El trabajo de los artistas, como la política, debe ser objeto de crítica, de sátira, de burla o de beef, nunca de censura” se refiere a todos menos a su pareja. Su pareja es intocable. Queda fuera de todo derecho a sátira, como ya se demostró al condenar a un juez por escribir un poema satírico sobre ella y publicarlo en una revista profesional. Nada menos que 70.000 euros tuvo que pagar el buen hombre por una sátira, una ficción jocosa, una interpretación irónica de la realidad.
Recuerdo, cuando era pequeña, a mi padre y sus amigos celebrando cada ocurrencia de Alfonso Guerra, cada una de sus brillantes frases. “Tahúr del Mississippi con chaleco floreado”, “bailarina de pasos contrarios”, “Margaret Thatcher, en vez de desodorante, se echa 3 en 1”, “Soledad Becerril es Carlos II vestido de Mariquita Pérez” o “Xabier Arzallus ha olvidado los buenos modales que utilizaba cuando arrastraba los faldones por la sacristía”. Era el ingenio trasladado al debate político, la ocurrencia brillante, el chascarrillo inteligente. Y no solo eso. Era necesaria cierta cultura para entender el chiste. No me imagino a Soledad Becerril presentando una querella. O a Xabier Arzallus enfurruñado porque le han insultado. Ni a Adolfo Suárez indignado porque han insinuado que es un poco trilero y que tiene mal gusto para los estampados. A Jiménez Losantos, heredero directo de este talento, le ha tocado en suerte un mal momento. Una pena. Sobre todo para los que disfrutamos del ingenio ajeno.
Nos ha tocado (ya lo siento, Federico) tiempos de patio de colegio concertado, de señoritas bien con uniforme hasta las rodillas que no dicen improperios porque es pecadito. Parece que, con la más progre, ha entrado también una oleada de “lo que se debe decir” que, si no fuera porque es tan renovadora, casi diría que huele a rancio. Es muy curioso, supongo que no me lo discutirán, que a Pablo Iglesias le parezca (lo dijo en una intervención en La Sexta Noche, no me lo invento yo) que Ana Botella solo era la “esposa de”, una “nombrada por” y le parezca, al mismo tiempo y vaya usted a saber por qué, que a Irene Montero no se le puede soplar el flequillo, porque no responde al mismo patrón. ¿Diferente vara de medir? No, por Dios. No me sean mal pensados.
Por si esto les parece poco, que a mí no, resulta que Pedro Sánchez (ese eterno presidente en funciones, casi presidente, con actitud de Harrison Ford en Air Force One) no ha desaprovechado la ocasión para felicitar a Montero. ¿Felicitarla por qué? ¿Por conseguir que un periodista vea limitado el libre ejercicio de su profesión? ¿Por qué exactamente felicita el presidente en funciones a la portavoza (me da la risa otra vez) de Unidas Podemos (y otra)? ¿Porque ha conseguido, sentencia mediante, 3.000 euritos más para la hipoteca del casoplón de Galapagar? De verdad que no lo entiendo. Apesta a ganitas de apuntarse el tanto de aliado feminista, con aspiraciones a rédito electoral de bonito tono violeta.
Jimenez Losantos ha tenido sus momentos, tampoco vamos a negarlo. Cosas como el famoso “me sale el monte, no el agro... si llevo la lupara disparo, menos mal que no la llevo”, no son para jaleárselas precisamente. Pero lo que ahora nos ocupa, llamar a Montero “analfabeta funcional” o “ novia del amo” no es ni siquiera comparable. De hecho, “novia del amo” me parece bastante literal, incluso. Demasiado para Losantos.
Mira, lo mejor de esto, Federico, es que otros han venido que, con sus tonterías, te han hecho bueno, como dice el refrán. De tanto cogérsela con papel de fumar acabarán consiguiendo el efecto contrario. Que acabemos todos hasta los mismísimos de sus pataletas de niños consentidos, berrinches de hijos únicos que han desayunado siempre en una taza de Mr. Wonderful mientras sonaba a toda leche en el salón del adosado familiar el “hoy puede ser un gran día” de Serrat y sus madres les prometían que así iba a ser. Y lo peor es que se lo han creído.
Si no fuera porque me podría caer una querella, a mí me gustaría decir que “esta tía parece tonta del culo”. Pero no lo digo que le tengo miedo.
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