Coronavirus
Mascarillas: del “shock” al chic
Hay sociólogos que defienden el poder de la moda para suavizar tiempos difíciles. y, aunque nadie sepa qué se llevará la próxima temporada, algo es seguro: la mascarilla ya forma parte de nuestra vida. y, si oculta la tragedia, mejor
Hace más de diez años, el entonces director creativo de Luis Vuitton, el diseñador americano Marc Jacobs, subió a las pasarelas a Naomi Campbell y Carmen Kass, entre otras top models, vestidas de enfermeras y con la cara tapada por una mascarilla. Aquello, que pretendía ser un homenaje al artista Richard Prince, parece ahora una propuesta visionaria sobre la situación actual. El mundo de la moda, como todo los sectores, se ha visto muy afectado por la pandemia más brutal que ha sufrido el planeta desde la gripe de 1918. Confinados en casa, todos estamos a la espera de ver cuándo podremos volver a abrazarnos. A, en fin, disfrutar de la vida que el virus nos ha robado. La pregunta es si esta mala pesadilla afectará también a nuestros armarios. El Museo Reina Sofía ya ha presentado «Desde el umbral», una muestra virtual con las fotografías de Clemente Bernad que recoge el impacto de la Covid-19 en nuestras calles, pero seguramente será la moda quien traslade esta distorsión social de una manera más palpable y popular. Frente a otros campos, la ropa tiene un poder de reacción inmediato. Lo demostró tras las dos guerras mundiales, dando pie en un primero momento a las «flappers» de los felices años 20 y, tras un periodo de claras tendencias militares provocadas por la II Guerra Mundial, acogiendo al conocido New Look de Christian Dior en 1947, una bofetada en toda la cara al racionamiento francés y a la imposición de una moda sobria y comedida. «Puede ser que aparezcan propuestas amenas, con cierto sentido lúdico o escapista que ayuden a aliviar el estrés que genera esta crisis», afirma Juan Gutiérrez, responsable de la colección de moda contemporánea del Museo del Traje. «Pero tendrán que estar bien argumentadas, evitar a toda costa la ofensa y mostrar sensibilidad hacia la situación que estamos viviendo. No quiero decir que se vaya a imponer la corrección política, sino una verdadera corrección moral».
Inversión a largo plazo
En esta línea apunta también Sofia Lucas, directora de la edición portuguesa de la revista «Vogue»: «Van a emerger accesorios (como las mascarillas), pero probablemente suframos un ‘back to básics’, ya que en tiempos difíciles la gente apostará por prendas que supongan una inversión a largo plazo. Aunque posiblemente lo que más cambie sea nuestra manera de consumir y comunicar». En ese sentido, compañías como Inditex ya ha empezado su paticular desescalada abriendo esta semana tiendas inferiores a 400 metros cuadrados. Según explica Rosa Moreno, analista de tendencias y profesora de sociología de la moda en el IED, puede que la crisis afiance lo que ya se venía observando en la sociedad y que coincide con las palabras de Lucas: «El consumo del fast fashion ya estaba empezando a decaer y hemos visto cómo la demanda de máquinas de coser se ha incrementado un 130%. Muy vinculado, claro, a la confección de mascarillas, y de ahí a crear un pantalón solo hay un paso. Esto iría en línea con la conciencia medioambiental que empieza a verse en las maneras de consumo. Yo tengo cierta esperanza en que la gente reflexione durante este encierro sobre los problemas que acarrea el consumo», añade Gutiérrez.
Pero, ¿y si se produce lo contrario? Es pronto todavía para saber cómo va a reaccionar el mundo de la moda a esta crisis sanitaria. Está claro que económicamente será un desastre, con una temporada (primer verano) perdida prácticamente en su totalidad. Lucas, por ejemplo, afirma que puede que se dé «un apoyo a las marcas y los negocios locales», como por ejemplo se plantea con el turismo en estos momentos en nuestro país. Dependerá del tiempo que dure el confinamiento y las medidas de profilaxis. Surge entonces una duda: si la mascarilla nos cubren el rostro, ¿no se empleará más la ropa para vernos atractivos? «Si me tapo la cara, mi cuerpo tendrá que decir algo», explica Moreno. Al llevar nuestra reflexión más allá, el sociólogo John C. Flügel afirmaba a principios del siglo XX que nos vestíamos por tres motivos: el pudor, la protección y la decoración, dándole a este último el mayor peso (hay pueblos desnudos, pero no pueblos no decorados, aseguraba), así que esto explicaría que una vez lograda la protección, pasaríamos a recreamos en nuestra ropa. Firmas como Marine Serre, Off-White o Fendi ya han presentado mascarillas customizadas. Pero «ningún diseño es frívolo», contesta Lucas. «Elegimos algo por una razón estética, aunque en su base tienen un propósito funcional, bien sea el de hacernos sentir felices o inspirarnos, y algo que te inspira nunca puede ser frívolo». En nuestro país, firmas como La Condesa, Maya Hansen, Avellaneda, JC Pajares o Victoria ya han dado ejemplo confeccionando mascarillas en un principio con los materiales que tenían a mano (La Condesa «sacrificó» sus faldas para hacerlas) y luchar así contra la pandemia, que, por su belleza, se han convertido en codiciados accesorios que han arrasado en ventas. Marina Conde y Hansen reconocen estar hasta arriba con su producción.Otra de las referencias de la sociología de moda, Georges Simmel, asegura que el ser humano es esencialmente dual, de ahí que busquemos por una parte mimetizarnos con un grupo, pero, a la vez, también nuestra singularidad dentro del mismo. Otra justificación más para entender propuestas como las que publicaba recientemente la firma de lujo Christian Siriano que mostraba en su perfil de Instagram una mascarilla de perlas con una reflexión: «Necesitamos un poco de glamour para escapar hoy». Es decir, la moda vista como escapatoria momentánea de una situación difícil, como diferenciación y también como evasión. ¿Llevarán las mujeres tacones más alto? ¿Se maquillarán más los ojos y menos o nada los labios? ¿Los hombres lucirán trajes mejor cortados? «Ya había señales de una estética de ‘mercado de la carne’ y ahora a lo mejor se hace más necesaria», explica Moreno. «La propia Simon de Beauvoir en ‘El segundo sexo’ planteaba el concepto de la mujer autorreprimida como un instinto femenino innato, al rendirnos de nuevo, por ejemplo, al corsé de Dior en los años 50 tras habernos liberado de él décadas antes».
¿Habrá desfiles?
Quizá el mayor impacto mediático de toda esta situación serán las cancelaciones de desfiles que se adivinan: «Junio posiblemente se cancele o se plantee algún tipo de nuevo formato, como pueden ser los vídeos», afirma la directora de «Vogue Portugal». «Y a lo mejor no es tan negativo y nos hace más creativos, e, incluso, muestra a las firmas que deben rebajar su nivel de producción y presentación de colecciones al año. Quizá es mejor menos presentaciones, pero más creativas. Este momento puede ser tan aterrador como emocionante».En Mercedes Benz Fashion Week Madrid ya están pensando en cómo dar una respuesta a esta situación para sus desfiles de septiembre. «Estamos trabajando en un formato de pasarela con todas las opciones abiertas, desde la presencial a la virtual y mixta», asegura Nuria de Miguel, su directora. «En una crisis como esta, desde Ifema tenemos que plantearnos desarrollar sobre la base de los desfiles nuevos formatos digitales que nos permitan utilizar la innovación tecnológica para su difusión en beneficio de su audiencia».
Algunos ejemplos de esto ya lo vivimos hace una semanas, y el más llamativo fue el que realizó Giorgio Armani, que, con la Covid-19 extendiéndose por Italia, optó por realizar su desfile sin público: impactaron las imágenes de las modelos andando solas por la pasarela sin nadie que las aplaudiera. El tiempo nos dirá si en unos meses encontramos secciones de mascarillas en las grandes superficies (ya lo vemos en las tiendas online). Sin embargo, la moda ahora parece más preocupada por ayudarnos a salir de esta situación. Así, grandes grupos como Puig, Inditex o LVMH se han puesto a fabricar material para ayudar a frenar la pandemia. Otras, como, por ejemplo, Mayoral, ha optado por obsequiar a los recién nacidos para intentar poner una sonrisa en un momento tan complicado como el que estamos viviendo. Y, mientras, un sinfín de voluntarios cosen en sus casas mascarillas formando un ejército silencioso que planta cara a un enemigo invisible esperando que llegue el día en el que podamos otra vez disfrutar con libertad de la calle de manera plena. Será entonces cuando decidamos qué nos ponemos. Pero, hasta entonces, el mejor consejo es que se quede, todavía, en casa.
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