Restringido

Agassi, noqueado por su padre

El deportista publica en español su polémica autobiografía, en la que describe una dura infancia por culpa de un padre obsesionado en convertirlo en tenista o cómo recurrió a las drogas en un momento de bajón y la ATP «tapó» un positivo por dopaje.

Agassi, noqueado por su padre
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Mientras caliento antes del partido, rezo...», recuerda Andre Agassi. Es 1990 y está a punto de disputar la final de Roland Garros, su primera «grande». Tiene 20 años. ¿Está nervioso por ganar o perder? «...Pero no rezo para conseguir una victoria, sino para que no se me caiga el postizo», añade. Por entonces lucía una melena extraordinaria, muy ochentera, por la que se le podía identificar a la primera, aunque en realidad era una peluca para esconder su vergüenza porque se le estaba cayendo el pelo. Se trata de una mentira más en la carrera de uno de los mejores tenistas de la historia, ganador de ocho torneos de «Grand Slam», cuya biografía se publica el 1 de septiembre en español. En «Open, mi historia» (Duomo ediciones), Andre Agassi se desnuda y «vomita» algo que llevaba dentro y necesitaba expulsar, quizá para justificarse, quizá para quedarse en paz, ya que su vida profesional fue una montaña rusa en la que tocó la gloria, bajó al infierno y volvió a recuperarse; en la que tenía una fama de chico rebelde que él define como una manera de luchar por conocerse a sí mismo –como tantos otros adolescentes– y por pelear contra las imposiciones de un padre que le llegó a maltratar psicológicamente. Una trayectoria deportiva en la que coqueteó con las drogas y en la que encontró estabilidad por fin en la madurez, al amparo de su gente de confianza y de Steffi Graf, su actual mujer y madre de sus dos hijos.

Pero vayamos por partes. Al principio hubo un dragón, pero no uno como los que casi todos los niños sueñan: así llamaba Agassi a la máquina lanza pelotas que su padre había modificado para que multiplicara su producción y tirara hasta 2.500 al día, un millón al año. «Sentía que el brazo se me iba a soltar del cuerpo y se iba a caer al suelo», describe el ganador de 60 títulos ATP. Porque Andre tenía que ser tenista aunque no quisiera. Lo decidió, incluso antes de que naciera, su padre, un hombre al que describe como agresivo. Tanto, que llevaba un hacha en el coche, que una vez utilizó contra los faros de otro vehículo. «No se lo digas a mamá» era lo único que le pedía. El progenitor se llama Emmanuel, un iraní ex boxeador que había participado en dos Juegos Olímpicos. Tan obsesionado estaba con tener un hijo tenista (ya lo había intentado con sus hermanos) que incluso le llegó a dar, cuando era un niño, lo que el ex número uno cree que es «speed», una droga para mantenerlo más alerta. Tras publicarse el libro en EE UU, el padre confesó a Andre que si volviera atrás repetiría lo mismo excepto una cosa: le enseñaría a jugar al golf o al béisbol, porque podría haber competido más años y haber ganado más dinero.

No podía ser además un jugador cualquiera. «Vas a ser el número uno», le insistía Emmanuel. Tanta presión le llevó a una conclusión: «Odio el tenis», se decía a sí mismo el pequeño Andre, y lo repitió durante toda su vida, mientras los que hablaban con él le contestaban que en realidad lo amaba. Sólo Steffi Graf, que tenía un padre parecido al de Agassi (tan parecido que el día que conoció a su consuegro casi se pegan por una discusión tenística), le respondió: «¿No lo odiamos todos?». Después de su padre, Agassi pasó a la escuela Bollettieri y su estricto régimen. Algo parecido a hacer la mili con diez años, pero con raqueta en lugar de fusil. «La pista de tenis era una prisión», llega a describir. Y su respuesta fue dejarse cresta, las uñas largas, pintarse la raya de los ojos antes de un partido, ponerse un pendiente, jugar en vaqueros o caer en la bebida y la marihuana... A pesar de todo, el tenis se le daba bien y, como el colegio no le gustaba, era lo único que podía hacer. Tenía talento y se convirtió en el jugador más joven en ganar un millón de dólares. En el libro, Agassi, ayudado por el premio Pulitzer J.R. Moehringer, figura imprescindible en la obra, describe una carrera que vivió en el alambre. Su rápida ascensión y su primer amago de retirada, hasta el punto de regalar sus raquetas a unos vagabundos. El doloroso sabor de las derrotas y el efímero regusto de las victorias por la tendencia a la perfección que le inculcó su padre. Sus primeros títulos y su oscuro y polémico 1997. Agassi, en plena crisis de resultados y de su matrimonio con la actriz Brooke Shields, admite que consumió cristal y que dio positivo en un control antidopaje. La sustancia es considerada una droga recreativa, no para mejorar el rendimiento, pero se exponía a una sanción de tres meses y, sobre todo, a manchar una ya dañada reputación. El deportista cuenta que mandó una carta a la Asociación de Tenistas Profesionales «llena de mentiras, mezcladas con alguna verdad». Casi más escandaloso que el consumo es que el máximo organismo del tenis le perdonó sin que hubiera una investigación. Por este episodio muchos ex compañeros se mostraron críticos cuando se publicó la biografía; entre ellos, Boris Becker, con el que nunca congenió, y que durante un partido lanzó besos al palco donde estaba Brooke Shields para que perdiera la concentración. El matrimonio con la actriz parecía idílico, pero el tenista relata que también estaba lleno de falsedad, lo que no evitó que Agassi destrozara todos sus trofeos por un ataque de celos que le dio al acudir al rodaje de un capítulo de «Friends» en el que salía su mujer. Ahí empezó su caída, su paso del número uno al 141, que logró frenar para renacer inspirado por un encuentro con Mandela o por el sufrimiento de Kacey, la hija de su gran amigo y mentor Gil Reyes. Él, que había llenado las centrales de todos los grandes torneos, empezó a jugar partidos en pistas de segunda y fue remontando hasta recuperar el número uno a los 33 años, el más veterano en lograrlo en la historia. En su regreso sumó cinco Grand Slams a los tres que ya tenía, protagonizó algunos de los mejores partidos de su histórica rivalidad deportiva con Pete Sampras y comenzó su relación con Steffi Graf. Por aquel entonces ya lucía su pelo rapado. Brooke Shields le animó a cortárselo y le hizo caso. Fue el primer paso para su liberación; escribir el libro ha sido el último. Agassi ha vencido por fin al dragón.

Las frases del libro

Tenis

«Odio el tenis, lo detesto con una oscura y secreta pasión, y sin embargo sigo jugando porque no tengo alternativa. Y ese abismo, esa contradicción entre lo que quiero hacer y lo que de hecho hago, es la esencia de mi vida»

Padre

«Cuando se enfada pasan cosas malas. Violento por naturaleza, mi padre siempre está preparado para la batalla. Sale de casa con un puñado de sal y otro de pimienta por si se ve envuelto en una pelea callejera»

Drogas

«Slim (su asistente) echa un montoncito de polvo sobre la mesa. La corta y la esnifa. Vuelve a cortarla. Esnifo un poco. Me echo hacia atrás, apoyo la espalda en el sofá y pienso en el Rubicón que acabo de cruzar»