Literatura

Nueva York

«En el Madrid de1935 era donde mejor se piropeaba»

Susana Fortes / Escritora. La autora novela en «El amor no es un verso libre» el romance entre Pedro Salinas y Katherine Whitmore

Susana Fortes
Susana Forteslarazon

La historia del amor prohibido entre el poeta de la Generación del 27 Pedro Salinas y la estudiante americana Katherine Whitmore sirve de inspiración a Susana Fortes para su novela «El amor no es un verso libre» (Suma). «Era un idilio conocido, pero había una especie de pacto de silencio por parte de Guillén y los demás, porque él estaba casado», manifiesta la finalista del Premio Planeta, que amén de novelar el romance que inspiró poemarios como «La voz a ti debida», nos transporta a un momento irrepetible: el Madrid del 35, lleno de luces y sombras, brillantez, frivolidad... La efervescencia de Dalí, Buñuel y Lorca en la mítica Residencia de Estudiantes conviviendo con las horas más bajas de una República salpicada por la corrupción y el descrédito.

-Corto Maltés, Albania, Robert Capa... Ahora, la Residencia de Estudiantes. ¿El abanico de sus filias no tiene fondo?

-Digamos que procuro ser leal a mis aficiones. A mis amores y a mis odios.

-Aquel enclave, ¿fue la versión española del mítico Círculo de Bloomsbury?

-Sí, tenía ese punto «british». Todos aquellos jóvenes con pajarita, jerseys blancos de pico y pantalones de pliegues se creían muy vanguardistas, pero cada cual llevaba dentro su propio pozo trágico. Eso es algo muy español.

-¿Imposible imaginar hoy, con la ley Wert –y Cospedal diciendo que fue un error transferir competencias en Educación–, un espacio como la Institución Libre de Enseñanza?

-Aquel fue nuestro mejor sueño. La República se gastó lo que no tenía en educación, porque creía en un país con igualdad de oportunidades. No parece que el actual ministro del ramo esté por la labor.

-Dalí y Buñuel haciendo el ganso, Lorca estrenando obras, JRJ circunspecto... ¿No se le ha quedado corta la novela?

-En una novela siempre existen caminos cruzados, pero tienes que mantener el rumbo para que la historia no se te vaya de las manos.

-¿Fue la publicación en 2002 de las cartas de amor inéditas que a lo largo de quince años Salinas envió a Katherine lo que despertó su interés por esta historia?

-También por ahondar en cómo un hombre hecho y derecho parecía un adolescente... Aunque todos nos volvemos un poco adolescentes cuando nos enamoramos. Menos Bogart, claro.

-¿Ha recibido noticias de la familia de Pedro Salinas?

-No. La novela, aunque esté inspirada en el romance real, entre el poeta Salinas y la americana Katherine Whitmore, no es biográfica. Además, la que me interesaba era ella. Él era un grandísimo poeta, pero como hombre... no era mi tipo.

-¿Cómo era esa mujer destinataria de poemarios como «La voz a ti debida» o «Razón de amor»?

-Era joven e inteligente. Tenía también sus propios fantasmas. Devoraba libros y en el interior le ardían muchas cosas a la vez. Alguien especial. Tenía que serlo de verás para inspirar tantos versos.

-En Harvard se guardan las cartas y poemas de Salinas que Katherine atesoró hasta que, convencida por Guillén, decidió donarlas. ¿Eso le invitó a hacer esta justicia poética novelada?

-No voy de justiciera por la vida (sonrisa), pero a veces las novelas sirven para poner en primer plano personajes que lo merecen. Ella desde luego valía la pena. Y mucho.

-Su historia transcurre en un Madrid rugiente. ¿la víspera de una tragedia da lugar a lo mejor del ser humano?

-Era una época convulsa y llena de transformaciones. En momentos de mucha aceleración histórica surgen grandes historias humanas.

-¿Qué le queda a Madrid de aquel Madrid?

-En 1935, Madrid era la ciudad en la que mejor se piropeaba del mundo. No había fiesta sin champán, ni taxistas sin corbata, se fumaba sin filtro y la Castellana era su línea de frontera. De aquel Madrid ingenuo y arrogante lo que queda es una ciudad con los ideales justos para ir tirando. Pero con su orgullo intacto.

-En su libro, se teje la trama del asesinato de un estudiante que desvela una red de corrupción en los altos estamentos políticos. ¿Es algo endémico en el español?

-¿Con sinceridad? La corrupción que tenemos, más que endémica, es institucional.

-Y, ¿qué fue lo que ayudó, en aquel ambiente previo a una guerra, a que España continuara girando?

-Somos una especie muy rara, capaz de sobrevivir en las peores charcas de cocodrilos.

-¿Está de acuerdo en aplicarse como máxima de trabajadora literaria la frase de Bogart: «En esta vida lo mejor para todo es un buen profesional»?

-Desde luego (risas). Los aficionados son un peligro.

-Se refiere con frecuencia a Virginia Woolf. ¿Qué influencia tiene en su obra?

-Era una inglesita flaca y elitista que tenía unas relaciones complicadas con el mundo en general y un día decidió llenarse los bolsillos de piedras y tirarse al río. Aparte de eso, escribiendo era un hada.

-Su novela «El amante albanés» también contenía un secreto. Allí, la memoria jugaba un papel importante, como en ésta. ¿Todo secreto debe ser revelado, o mejor dejarlo en el limbo?

-Los secretos son como la madera, por más que intentes hundirlos siempre acaban por salir a flote... ¿O no?

-Ama el cine: ¿cuál es la última película de la que ha disfrutado?

-«El último concierto», de Yaron Ziberman. Es una historia sutil, contada con elegancia, magníficamente interpretada y ambientada en el invierno de Nueva York con Central Park nevado. Una maravilla.

-No hay ser vivo que no manifieste su adicción a las series: ¿es usted más de «Breaking Bad» o de «Juego de Tronos»?

-Soy de «Homeland» a muerte. Le confieso que estoy enganchadísima.

-Cuando no escribe, ni da clases, ni se ocupa de sus asuntos, ¿en qué ocupa su tiempo libre?

-Si son más de las doce y todavía no se ha ido todo al garete, procuro irme a dormir.

-Por favor, reconozca una debilidad de esas que nos unen al resto de los mortales...

-Bueno, confieso que me gusta ponerme los cascos para oír la canción de «Titanic» mientras paso la aspiradora una y otra vez, ¿le sirve?