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La campaña electoral de Isabel Pantoja
La tonadillera ha pasado del «dientes, dientes» a intentar el título presidencial en cayo cochinos. Sus regresos, musicales o no, siempre son garantía de máxima audiencia.
La tonadillera ha pasado del «dientes, dientes» a intentar el título presidencial en cayo cochinos. Sus regresos, musicales o no, siempre son garantía de máxima audiencia.
Más de cuatro millones de espectadores estuvieron pendientes el jueves pasado del salto de Isabel Pantoja desde el helicóptero al mar para convertirse en superviviente. Una cifra que superaba cualquier expectativa con un 46,7% de share y 4.796.000 personas que no quisieron perdérselo. Un dato que la acerca a las campanadas del 31 de diciembre del año pasado que alcanzó el 48,8 de share. Pantoja es la última artista que queda en su target capaz de llenar teatros y polideportivos y a la vez convertirse en una especie de empresa de colocación para los colaterales que pululan en su organigrama vital. Desde la sobrina Anabel a los novios estacionales de su hija, las amigas entrañables de Kiko y los empleados contratados que con el tiempo la traicionaron por un minuto de gloria en los platós televisivos. Todo esto forma parte de su mochila que ha dejado en España. Cuando Pantoja aceptó la propuesta sopesó los pros y los contras.
En el primer apartado además del suculento contrato laboral había también un «volver a empezar» como el título de la película de Garci. Dejar atrás muchos problemas económicos y hasta personales. Cuentan los que la conocen que en la decisión de aceptar la aventura hondureña hay también un factor emocional: «Isabel se siente muy cansada de tirar del carro familiar, de las traiciones, de que los temas recurrentes sobre ella tengan siempre una doble lectura, de que parezca que sea la única española que tiene embargos, deudas y problemas. Que no se destaque su trayectoria musical y se insista en que no le gusta trabajar. Ella quiere mostrar su cara amable, divertida y generosa. Y también hacer su propio reencuentro interior. Va a ser una buenísima superviviente», aseguran a LA RAZÓN. Y, efectivamente, su debut no ha podido ser mejor. A diferencia de otros concursantes, Pantoja no dudo a la hora de abandonar el helicóptero. Se santiguó y se tiró desde una altura de cinco metros al grito de por España. Si en ese momento hubiera decidido colocarse algún logo que identificara al partido de su candidatura política muchos indecisos habrían decidido su voto o incluso cambiarlo para mañana.
Siempre ha sido un valor en alza para lo bueno, lo menos bueno y lo peor. De hecho el Caso Malaya no habría tenido tanta repercusión mediática si ella no hubiera caído en las tentaciones que acompañaban su relación con Julián Muñoz. Hay que recordar que su sentencia condenatoria a dos años de cárcel sirvió para que el presidente de la Audiencia de Málaga dijera «un personaje público, además tiene que ser ejemplar». Y así fue como la folclórica número uno dejó de serlo durante un tiempo para convertirse ahora en la participante más mediática de la isla.
Su campaña electoral ha sido perfecta. Ha sabido explicar las razones que le han llevado a ser candidata a la presidencia de Cayo Cochinos e incluso alzarse en el futuro con el título presidencial. Ha sabido explicar su «programa electoral» con claridad. «Sé pescar, cocinar rico con poca cosa y entretener. No me gustan los enfrentamientos, los malos rollos ni las tiranteces. Creo que soy buena conciliadora y me siento capaz de superar las pruebas que nos pongan. Y por supuesto quiero ganar».
Fue la novia de España al casarse con Paquirri. El torero y la folclórica como imagen viva de aquellas coplas de Quintero, León y Quiroga que la propia Isabel interpretaba como nadie. Su «Francisco Alegre y olé» es de las mejores versiones. Forma parte de la memoria colectiva ese traslado de la novia en una calesa tirada por yeguas camino del templo del Cristo del Gran Poder donde dio el «sí, quiero» para toda la vida a su torero de ojos azules. Después llegarían las tragedias a su vida. La muerte de Pozoblanco, el encierro voluntario durante años en Cantora, los «poltergeist» y el sobrenombre de «Viuda de España» que tanto dolor le producía cada vez que lo escuchaba. Su regreso artístico lo hizo como ahora como superviviente ante cuatro millones de espectadores. En aquel momento ante la Reina Sofía que presidió la gala y su hijo se convirtió en «su pequeño del alma, con su piel de canela». Durante mucho tiempo el niño fue Paquirrín para el gran público hasta que se convirtió en Kiko con pocas alternativas laborales si no hubiera llevado el apellido Rivera Pantoja. Igual que su hermana Chabelita han encontrado en las entrevistas exclusivas y su participación en «realities» su medio de vida.
La jefa del clan les ha arropado a pesar de no estar de acuerdo con su curva de la vida. A la madre le hubiera gustado que los dos hijos hubieran tenido un desarrollo académico y laboral apartado de la exposición mediática. No pudo ser. Al menos hasta ahora. La revelación de Kiko Rivera y sus adicciones, la vida alegre y nocturna de Chabelita más las muchas traiciones que ha sufrido Pantoja a lo largo de su existencia son un serial que nada tiene que envidiar a los guiones de «la casa de las Flores» o similar.
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