Barcelona
La Campos y Terelu, en catalán
Esta publicidad de Avecrem recién grabada en spots de 20 segundos debería servir de ejemplo a seguir por Artur Mas y Rajoy, incapaces de diálogo en dos idiomas. Es lo que harán la gran Teresa Campos y su hija Terelu en un mismo anuncio bilingüe de las pastillas que enriquecen las comidas. Supone un toque sabroso a los alimentos que el dúo malagueño –otra raza; nos internacionalizamos– promocionará marcando ruta a ese posible –más bien impensable– reencuentro entre los dos presidentes. La iniciativa comercial parece magnífica reanudación de una colaboración antaño estrecha y continuada entre Cataluña y Madrid, en un momento en el que la Campos recupera capacidad interpretativa haciendo los domingos a una cómica y abnegada Herminia que dialoga con su plancha, la tabla como apoyadero. Algo a imitar, insisto, para no llegar a mayores.
Teresa ha batido récords en la celebración sabatina de los cuatros años de «¡Qué tiempo tan feliz!», un título ya casi irónico o contradictorio con la actualidad pero que supone el único programa musical que pervive en nuestras teles. Un esfuerzo ímprobo muy agradecido por el artista casi desamparado sin tiendas ni mercados donde vender sus productos, ahora confiados a las «descargas». Pero nada como un CD, tangible; ya no digamos un disco duro de 72, añorador de épocas mejores. Es un disfrute que nunca reemplazarán los avances técnicos por cómodos que sean, pero ni punto de comparación con lo que se disfruta libro o periódico en mano, ya no digamos amontonando compactos que encierran misterio y encanto del que carecen los avances, por mucho que nos faciliten la vida.
Aniversario televisivo con el amadrinamiento de Manuel Cortés, hijo de Raquel Bollo y Chiquetete, ya de 18 años y con muchas ganas de hacer famoso su «pellizco» flamenco, no en vano viene de dos grandes dinastías cantoras, porque su segundo apellido es Pantoja.
Insisto en la necesidad de diálogo para no romper lo que debe estar unido como en aquellos tiempos no tan lejanos: todo empezó con la llegada de Pujol como presidente; Tarradellas era otra cosa y sus miras rebosaban internacionalidad. Lo conocí mucho, lo mismo que a doña Antonieta, porque el autor del «Ja sóc aquí» frecuentaba la Llave de Barcelona, donde Manuel Tarín Iglesias, adalid de la cadena Ser, aglutinaba contrastes sin que nada ni nadie perturbara entendimiento y diálogo. Lo mismo reconoció a Julio Iglesias que a Xavier Cugat, ya no digamos a Paco Godia y su colección artística ahora acrecentada por su hija. Tertulia variopinta que reunía a personajes que iban desde Juan Gorina al conde de Lacambra, que también compartía el «palco de solteros» en el ahora inquieto Gran Teatro de las Ramblas, desde donde me cuentan el éxito que acaba de tener Caballé este fin de semana en un concierto celebrado en Sofía ante 3.600 personas embelesadas al oír el arte lírico de madre e hija en dúo más acostumbrado que el televisivo y comercial formado por María Teresa y Terelu en una campaña que dará que hablar por su valentía, dando aire y actualidad a algo tan doméstico y necesario en cualquier cocina como las sabrosas pastillas.
La campaña despide un olor más allá de lo simplemente promocional y acaso los políticos deberían imitarla y ponerse manos a la obra para que la cosa no quede «socarrat» por el cómodo descuido de una mala cocción. Es lo que puede ocurrir a partir de ahora, y por eso la necesidad de un Avecrem político que dé gusto y paladar a lo, para algunos, intragable.
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