Cuca Solana, la mujer que hilaba muy fino

Cuca Solana no daba puntada sin hilo. Desde las bambalinas lo controlaba todo. Podría seguir haciéndolo hoy porque era como un espíritu en una mansión que parecía de lujo aunque tuvo sus momentos de penurias, esas casas burguesas a las que se les va el servicio. La moda española hace bien en cortarle un traje al biés. No solo tenía que seleccionar o descubrir a los nombres que se subirían a la pasarela sino que conocía sus vidas, sus buenas y sus malas vidas, hasta tratar a algunos diseñadores como una dobladora de cine o una maestra del «playback». De eso podrían hablar algunos que ya tampoco están aparentemente entre nosotros como Manuel Piña o Jesús del Pozo. Piña fue su delirio. Tambien el mío, Manuel me confesó en su tienda que tenía sida y vida. Del Pozo, Delfín, también se fueron envueltos en su voz ronca. Entre los excesos de los 80, ella dictaba el discurso que tenían que pronunciar en forma de traje o resacas, hasta asumir como propias las decepciones por malas colecciones o fracasos comerciales con ese caracter de institutriz, con mucha retranca, o de bonachona ama de cría capaz de besarte o cruzarte la cara con diplomacia de alta costura.