Videos

La pasarela de Porcelanosa

El enlace de la heredera de la empresa de cerámica con Andrés Benet reunió ayer en Valencia a numerosas «celebrities» entre sus más de 600 invitados

María Colonques y Andrés Benet, a su salida de la iglesia. El banquete posterior se celebró en el Palacio de las Artes Reina Sofía de Valencia
María Colonques y Andrés Benet, a su salida de la iglesia. El banquete posterior se celebró en el Palacio de las Artes Reina Sofía de Valencialarazon

La boda cumplió con las expectativas e hizo las delicias del «papel cuché» y de los cientos de curiosos que se amontonaban en las inmediaciones de la iglesia Arciprestal de Villareal. El más ovacionado de los invitados fue, sin duda, Cayetano Rivera Ordóñez, jaleado durante su paseo por la alfombra roja a gritos de «¡guapo, guapo!». Isabel Preysler, muy goyesca, lucía un traje de Tot-Home que combinaba encaje negro en busto y caderas con una falda blanca de grandes lunares negros. Era una de las invitadas estrella y estuvo simpática, sin el distanciamiento habitual, e incluso le dio la mano a algunas de las muchas «marujas» que abarrotaban la entrada. El traje de la novia, de Elie Saab, era un impresionante palabra de honor con cola de tres metros cubierta por un velo tul ilusión y pendientes con cuatro brillantes bailones. Tamara Falcó, con un Dolce & Gabbana, lucía un estampado con enormes flores rojas y llevaba en la espalda una cremallera roja, complemento de los floripondios, mientras su hermana Ana Boyer, que llegó del brazo de Julio José Iglesias, vestía en color rosa fuerte bordado en pedrería. Las dos iban de corto, que no fue la tónica de la mayoría de asistentes –Valencia es barroca y dada al exceso–, que optaron por trajes largos de variopinta esencia: desde faldas largas rebosantes de plumas –generalmente rosas o azules–, hasta todo tipo de gasas, variedad de lentejuelas «made in Taiwan» y cualquier exceso quizá no lógico en la temprana hora del enlace.

Cayetana de Alba sorprendió doblemente: por un lado, recorriendo a pie los 30 metros distantes entre el coche que la trajo desde Valencia y, por otro, con su precioso atuendo en color fucsia fuerte, con una falda «degradé» que le permitía lucir no sólo las rodillas, sino unas medias en el mismo tono listadas en negro y sus típicas y ya habituales manoletinas. Alfonso Díez parecía haber engordado mientras que José Bono ofrecía un contrapunto de mayor delgadez acentuada por la viveza de una corbata verde Irlanda. Llamó la atención –o acaso no tanto– el bastón rosa en el que se apoyaba Tomás Terry. Fue lo nunca visto: un llamativo y significativo detalle que retrata cómo es. José María Manzanares oyó tantos piropos del público jaleador como un Andrés Velencoso de pelo más recortado, y aparentemente soprendido –cosa rara en nuestro modelo más internacional–, mientras Rocío Escalona puso viveza y chic con un Valentino corto de los que cortan el hipo. Nada que ver con el aparentemente más barato –y seguro que lo era con mucho– vestido dorado exhibido por Astrid Klisans, la esposa de Carlos Baute. Mientras, Carmen Tello, acompañada por un Curro Romero recibido con gritos de «¡maestro, maestro!», puso la nota realmente exacta –que todos deberían copiar– con un vestido de cuello en pico y largo a media rodilla, muy propio de la hora casi cóctel. Amaia Salamanca ,ya embarazada de cuatro meses –que no se le notan– , llevaba un traje largo de Zuhair Murad y tuvo que aguantar la timidez de Rosauro Varo que, acaso buscando realzar la importancia física y profesional de su pareja, la dejó sola ante el peligro, que no era otro que las docenas de cámaras. Dentro de las ajustadísimas sin estridencias destacó Delfina, madre de la novia, con un traje de chaqueta de falda larga en raso combinada con pedrería que con Andrés Benet, padre del contrayente, restablecieron la costumbre –parece que ancestral por estas tierras valencianas– de recibir a los invitados en la puerta de la iglesia.