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Asquerino, un final fatal
La artista, que falleció en la madrugada del miércoles, «había solicitado la incapacitación porque ya no podía valerse por sí misma», según la Fundación AISGE
Se fue en soledad. Quizá estaba demasiado sola, como tantos otros artistas que en el ocaso de su vida caen en el olvido. María Asquerino era una gloria del cine y del teatro caída en desgracia. «Tenía problemas económicos, estaba enferma y triste por la vejez y el abandono... Aunque se había jubilado, llevaba muy mal no ser contratada y se fue apagando. Desde 2008 ha vivido unos años muy duros», declara a LA RAZÓN Octavio Aceves, allegado a la artista. Sin familia y con los amigos contados, la mujer de la voz bronca y temperamental terminó sus días en una residencia de ancianos situada a las afueras de Madrid. Una difícil situación no exenta de polémica: «Me sentó mal saber que había ingresado allí. Si hubiera tenido una mejor situación económica creo que hubiera podido estar en su piso», afirma Aceves.
Según cuentan sus allegados, la residencia era una medida provisional hasta que su estado de salud mejorara. Sin embargo, no le dio tiempo a regresar a casa, esa que para los íntimos era «como un Museo», ni a volver a ver a su inseparable perrita. Tampoco fue posible finalizar los trámites de su incapacitación –era del 70%, por lo visto–, que se iniciaron cuando en octubre de 2012 sufrió una aparatosa caída y tuvo que ser ingresada en el hospital. Asquerino había asumido –con resignación porque adoraba su independencia– que ya no podía valerse por sí misma. Así, con la ayuda de la Fundación AISGE (Sociedad de Gestión de Artistas e Intérpretes ), tomó la decisión de cambiar su vivienda de El Retiro por la residencia El Plantío en Majadahonda. «Tuvo una lesión en una pierna y no podía apoyar el pie en el suelo, había que realizarle muchas curas. Por ello, se buscó el recurso social que más se ajustaba a sus necesidades y se pensó en un centro residencial para que se recuperara», explica Iván Arpa, coordinador del área de asistencia social de la fundación. Ésta fue su gran aliada en esta última etapa de su vida: personas de este organismo la visitaban y velaban por sus intereses; llenaban el vacío que sentía. «Teníamos el caso abierto desde hace mucho, hemos realizado visitas a domicilio y gestiones administrativas».
Al parecer, incluso intentaron averiguar el paradero del ex marido de Asquerino, porque, pese a estar separados desde hace más de 60 años, parece que no llegaron a disolver la sociedad de gananciales, y, en consecuencia, la vivienda que poseía María en el barrio del Niño Jesús en Madrid también era de éste. «Intentamos encontrarlo –emigró a Argentina hace muchos años–, pero no se consiguió nada; quizá haya fallecido. Él o sus hijos, si los tuvo, tendrían derecho a reclamar el inmueble», relatan. Además, según cuentan en AISGE, la actriz quiso donar éste a la asociación, aunque nunca se formalizó ningún documento. Hacía tiempo que, al no tener descendencia, le preocupaba su herencia. Incluso había comenzado a regalar algunas de sus cosas, sobre todo, libros: «Adoraba leer aunque en los últimos meses ni eso podía», dice Aceves.
Respecto a su herencia, de momento, se desconoce si realizó testamento alguno. «Habrá que esperar a que nos entreguen los informes de defunción y demás documentos», comenta Iván, que se ha ocupado personalmente de organizar y agilizar todos los trámites en el Juzgado de Instrucción nº 6 de Madrid para que la artista recibiera ayer un último adiós en la casa del teatro que la vio crecer profesionalmente y como persona: el Teatro Español. «Cuánto le gustaba merendar en la cafetería: siempre un café con leche y un croissant», recuerda su amigo Octavio Aceves. Y es que si bien es cierto que un día después de su defunción nadie había reclamado el cuerpo de Asquerino –que se encontraba en el Instituto Anatómico Forense–, también lo es que el colectivo de artistas se movilizó de inmediato para remediar esa situación. «Hemos recibido muchas llamadas de actores y amigos preocupados», recalcan en AISGE, que ha asumido todos los trámites del sepelio. Quizá por ello, Gutiérrez Caba declaró ayer molesto que «es incierto que haya muerto sola». Anoche la grandeza de Asquerino volvió a brillar en el Español en la memoria de todos aquellos que se acercaron para despedirse de «la roja del Café Gijón», como la llamaba Umbral. «Fue un ser excepcional hasta el último de sus días», repitió Aceves.
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