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Depardieu: Francia apoya a su vaca sagrada
El 40% de los franceses entiende las razones de su huida fiscal. Catherine Deneuve zanja la polémica: «Es un actor inmenso»
Primero fue Astérix. Y ahora, Obélix. Si el actor Christian Clavier puso hace un tiempo las maletas en Londres, ahora su compañero de pantalla y «sarkozysta» como él, Gérard Depardieu, ha puesto rumbo a Bélgica. La Galia está perdiendo a sus héroes. Sin duda, atraídos por latitudes fiscalmente más ventajosas que la asfixia impositiva con la que amenaza el Gobierno del socialista François Hollande a los más afortunados. La diferencia es que cuando se trata de un monstruo sagrado del «cinéma» galo como Depardieu, el asunto no sólo alcanza mayores proporciones, sino que es como si desplazaran a otro país a la mismísima Torre Eiffel. Todo un emblema. Ha dejado algo huérfanos a millones de franceses que a lo largo de 170 peliculas han crecido, llorado y reído con el actor más versátil y genial, pero también controvertido y provocador, del país vecino. Aunque últimamente haya ocupado más páginas de sucesos, prensa rosa o política por sus exabruptos o sus escandalosas salidas de tono que por su actualidad cinematográfica. Comenzando por que Depardieu, a punto de cumplir 64 años, estrenará 2013 presentándose ante un juez tras un accidente con la «scooter» en París hace unas semanas, cuando conducía ebrio. Un «estado» que ya le ha jugado más de una mala pasada.
En realidad, «Gégé», como cariñosamente le apodan sus compatriotas, no se va muy lejos. A sólo un puñado de kilométros al otro lado de la frontera franco-belga. A Néchin, a dos pasos de Lille. Pero huyendo de las garras del fisco, al que, indignado, declaraba en una carta haber dado en 2012 un 85% de sus ingresos en concepto de impuestos. 145 millones en 45 años de carrera. Aunque los últimos veinte, este «mitterandista» convencido y convertido entre tanto al «sarkozysmo» haya ejercido más de aguerrido empresario que de estrella del celuloide. Su fortuna parece difícil de cuantificar, pero según «The Wall Street Journal» rondaría los 100 millones de euros. Un patrimonio que incluye un palacete parisino de 1.800 metros cuadrados habitables –a la venta por 50 millones de euros– en la Rue du Cherche Midi, en la que también posee una tienda de especialidades japonesas, un bar y una selecta pescadería. Además de un castillo en Val de Loire y un chalé en construcción en la costa normanda o innumerables hectáreas de viñedos en Francia, Italia, España, Marruecos y Europa del Este.
Su exilio fiscal tiene al público – los franceses– dividido. Aunque según un sondeo realizado por «Le Figaro», son más (40%) los que dicen «entender» las razones por las que se va que los que se confiesan «consternados» (35%) por esta huida debida a motivos financieros. Lo que parece reinar es una cierta ambigüedad cuando de lo que se trata es de contribuir con Hacienda. Si ocho de cada diez franceses creen que «es legítimo» pedir más a los que más tienen en la actual situación de crisis, un 54% encuentra «comprensible» que algunos ricos se marchen al extranjero.
Marasmo económico
En el caso de Depardieu, el actor podría, además, abandonar en su camino hacia el exilio belga su nacionalidad francesa. No porque sea necesario para cotizar al otro lado de la frontera, sino porque al intérprete de «Los rompepelotas» (1974) le ha dolido que el primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, le tratara de «despreciable». Aunque el jefe del Ejecutivo se refiriera al comportamiento –dejar en pleno marasmo económico el país que le ha encumbrado– y no a la persona. Indignado por las «injurias» de las que dice sentirse víctima, aseguraba en una carta abierta publicada por el dominical «Le Journal du Dimanche» estar dispuesto a devolver su pasaporte y su tarjeta sanitaria de la Seguridad Social «que nunca he utilizado».
El presidente Hollande no esquivó ayer la polémica aunque evitó citar nombres. Pidió «respeto» para todos pero sentenció: «Si amamos a Francia debemos servirla». La decisión del «Cyrano de Bergerac» más popular de todos los tiempos no sólo ha divido a los espectadores. También a los políticos. La oposición conservadora ha aprovechado dicha coyuntura para denunciar la política fiscal y confiscatoria de Hollande, que ha subido el impuesto sobre el patrimonio y gravará con el 75% a los ingresos superiores al millón de euros, sin ocultar un cierto malestar por esta intempestiva huida. Pero es en el mundo de la cultura donde las balas vuelan más bajo entre partidarios y detractores. Sobre todo cuando se trata de defender al inefable Depardieu de las acerbas críticas de actores como Philippe Torreton. En una reciente tribuna en el diario «Libération», este «hollandista» de primera se despachó a gusto contra quien fuera hasta hace unos años el actor mejor pagado de Francia con algo más de 3 millones anuales. «Cierra la boca, coge tu dinero y vete. Y no pidas respeto. Sobre todo tú (...) Tú que llamas a tus amiguetes de la derecha para que el malo malísimo de la izquierda deje de molestarte», escribía Torreton.
La contrarréplica no se ha hecho esperar. Ayer, un mito del cine francés salía al rescate de otro. Catherine Deneuve contraatacaba en ese mismo diario. No para defender el exilio fiscal de Depardieu, sino para devolver el lustre a su imagen de actor, denunciando los «juicios precipitados» y una «sucia venganza». La actriz lamenta los ataques personales contra alguien «tambaleante» en plena huida hacia adelante –y no sólo fiscalmente hablando–. «El hombre es oscuro pero el actor es inmenso» sentencia Deneuve, acusando a Torreton de hablar desde el rencor.
Inmenso en los éxitos como en los excesos. Una vida salpicada por el alcohol, las provocaciones y una profunda pena desde la muerte de su hijo Guillaume en 2008 como triste epílogo a 37 años de existencia marcados por la velocidad, la violencia y las drogas. También una errática vida sentimental en la que, sin abandonar la pantalla ni la escena, ha sido padre de cuatro hijos con tres mujeres diferentes y mantenido idilios de cine como el que vivió durante casi una década con la actriz Carole Bouquet, con quien comparte su pasión por la viticultura.
Suiza, la preferida
Pero Depardieu no es el único francés que aspira a residir fiscalmente en Bélgica o cambiar de nacionalidad. La primera fortuna de Europa y magnate del lujo, Bernard Arnault, solicitó el doble pasaporte hace unos meses. Aunque el dueño del grupo LVMH zanjó la creciente polémica asegurando que nunca dejaría de pagar sus impuestos en Francia. Sin embargo, desde septiembre, las peticiones se han multiplicado en las prefecturas belgas. «No es un éxodo» según las autoridades del país, pero el número de solicitudes ha crecido entre el 15 y el 20%. Más de quinientos candidatos en sólo unos meses, espantados por la apisonadora fiscal de Hollande. De los 200.000 expatriados franceses en Bélgica, unos dos mil lo serían por razones financieras. Los más conocidos de lugar: la familia Mulliez, propietaria de Auchan (Alcampo) y Décathlon con una fortuna de 18.000 millones de euros o los Meunier, dueños de Carrefour, cuyo patrimonio asciende a casi 7.000 millones.
Depardieu no hace sino engrosar una nutrida lista de ricos y famosos que para optimizar la gestión de su patrimonio decidieron abandonar el Hexágono. Suiza es el principal refugio fiscal de los franceses. El destino elegido hace años por Alain Delon o los cantantes Johnny Hallyday y el venerable Charles Aznavour, además de la familia Weirtheimer herederos del imperio Chanel y deportistas como el tenista Jo-Wilfried Tsonga, o el piloto de Fórmula 1 Sébastien Loeb.
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