Rivera Ordóñez, Francisco

Fran Rivera pierde la batalla, pero gana la guerra

La Razón
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La historia entre la joven y menuda aristócrata y el apuesto torero pasó por la vicaría cargada de rumores de infidelidad por ambas partes y desde novios la relación entre Eugenia Martínez de Irujo y Francisco Ordóñez fue como «La guerra de los Rose»: altibajos, desconfianzas, miedos, disgustos y, sobre todo, amigos íntimos que iban cayendo como moscas en uno y otro bando. «Si yo no puedo ver ni salir con fulanito/a, tú tampoco puedes invitar a casa a menganito/a». Del amor y la complicidad nació su única hija. Es curioso: al resto de los toreros y aristócratas suelen gustarles las familias numerosas, ¿por qué Eugenia no volvió a quedarse nunca más embarazada? ¿Fue una decisión personal o consensuada entre los dos? ¿Insistió Francisco durante algún tiempo en aumentar la familia? El diestro es un padrazo y guarda muy buenos recuerdos de su padre y de su abuelo en el campo. Lo cierto es que sus amigos de Ronda sabían que quería tener un niño, un Francisco Rivera de los de verdad, no el sucedáneo que ha tenido su ¿hermano?, «DJ Kiko», con «la Jessi». Pero la niña es un bellezón, una Rivera-Ordóñez: zalamera, avispada y divertida. Ha salido al padre más que a la madre. Francisco sólo quiere complacer los deseos de su hija de 13 años y dice tener el mismo derecho que Eugenia a vivir con la niña. Sin embargo, su ex mujer se siente traicionada y, según comentan ambas partes, la lucha por la custodia se ha ensuciado: arrastran a sus testigos para demostrar que son los perfectos progenitores y aportan pruebas para restar credibilidad al otro. Francisco sabe que tiene la batalla judicial perdida, pero la guerra está más que ganada. En un par de años, será la niña quien decida dónde y con quién vivir. Y la sangre tira para Sevilla, para el campo, los toros, el flamenco y la fiesta. En Madrid su vida se ve muy limitada por una estricta madre y unas amistades aburridas. Ni siquiera Twitter consigue hacer olvidar a esta cría que está viviendo en sus propias carnes una vida de película de Hollywood... Sus padres le han regalado a los trece años su propia «guerra de los Rose».