Londres
Julie Gayet confesó a sus amigas su romance político
Los más jocosos ya la han apodado «la segunda dama de Francia», aunque su círculo más cercano asegura que la intérprete sobrelleva el trance «muy tranquila y segura de sí misma»
Muy a su pesar se ha convertido en «la otra». La que algunos llaman ya jocosamente y sin tapujos «la segunda dama de Francia». Catapultada a las portadas de medio mundo por su clandestino romance con el presidente francés, Julie Gayet encaja en ese perfil de actriz «confidencial», de liga alternativa, cuyo rostro suena pero uno no termina muy bien de saber a quién corresponde. Porque pese a su vocación de artista, no es alguien que sólo busque el brillo de los focos. De hecho, quienes bien la conocen la describen como discreta. La misma discreción con la que en octubre de 2011 se colocaba en un recatado segundo plano, tan sólo una fila por detrás de François Hollande, el día de su investidura como candidato socialista a la elección presidencial de 2012. «Un momento mágico», confesaría ella. Las instantáneas de aquel momento reflejan una mirada extasiada pero que, analizada ahora y con la perspectiva, denota algo más que simple admiración.
Su clandestino amor se remontaría de hecho a esas fechas. Dos años de idilio furtivo, según las nuevas revelaciones del semanario «Closer», que ayer salía al mercado con la segunda entrega de este vodevil político-sentimental que mantiene en ascuas a medios y curiosos del todo el planeta. Aquel multitudinario acto pudo ser el que selló el romance, aunque el primer encuentro se produjo un tiempo antes por intermediación de Ségolène Royal, cuya candidatura presidencial Gayet ya apoyó en 2007. El escenario: un restaurante del parisino y residencial distrito XVI. Hablaron mucho y de muchas cosas. Y ella descubrió en el candidato socialista un cinéfilo implacable que la dejó «impresionada».
La «gauche caviar»
Quién iba a decirle entonces a Royal, ex esposa y una de las primeras damnificadas por el infiel Hollande, que iba a ejercer de Celestina entre el hombre con quien compartió vida y cuatro hijos durante largos años y una joven actriz apasionada por la política que sólo pretendía prestar su cara para que la izquierda se hiciera con el poder. Sería el inicio de una dilatada aventura sembrada, sin embargo, de muchos baches. De altos y bajos. De rupturas y reconciliaciones. Julie confiaría a una amiga «haber encontrado un hombre de más edad, muy diferente a sus antiguas parejas, en el mundo de la política», relata esta semana la revista «Elle».
Su compromiso político es herencia de sus padres. Él, Brice Gayet, un prestigioso cirujano digestivo. Su madre, anticuaria. Julie crece por tanto en un ambiente acomodado y con simpatías en los cenáculos intelectualoides de la izquierda. Lo que algunos han dado en llamar la «gauche caviar». Un contexto que le permite viajar, frecuentar buenos centros y realizar estudios de arte y psicología. Aunque desde muy joven siente la llamada de la escena. Tras formarse en la lírica, a los 17 años deviene en saltimbanqui del circo Fratellini y aplicada alumna del Actor's Studio de Londres, donde toma clases con Jack Waltzer. A sus 41, Gayet casa perfectamente con esos papeles de parisina algo glacial e inasible. Heroína de belleza inexpresiva, rematada siempre con un encarnado toque de carmín. Representante de ese cine capitalino, egocéntrico y autocomplaciente –«ombliguista», dicen sus detractores–. Por eso sus películas, como ella, transitan por circuitos secundarios. Ajenas al relumbrón.
Debuta como figurante en «Azul», de Krzysztof Kieslowski, y a la sombra de una entonces emergente Juliette Binoche. Pero su primer papel importante se lo concede Agnès Varda en 1993, en el extraño «Las cien y una noches de Simon», junto a estrellas como Michel Piccoli o Marcello Mastroianni. El gran público no oirá hablar de ella hasta tres años más tarde, en «Delphine 1-Yvan 0», una comedia de Dominique Farrugia. También en 1996 se enfunda en la piel de una prostituta drogadicta en «Select Hotel», de Laurent Bouhnik, con la que gana el premio Romy Schneider a la mejor promesa del cine galo. Sin embargo, en más de veinte años de carrera y ochenta filmes, cortos y series de televisión, Julie Gayet nunca ha saboreado una nominación a los César, los más importantes premios del séptimo arte en Francia. Su carrera está jalonada por éxitos de crítica que han sido auténticos fracasos comerciales. Sin distinción entre comedias y dramas. Por filmes en los que sin pudor pasea su desnudez por exigencias del guión. Un ecléctico currículo filmográfico que explica su escasa popularidad. En la actualidad figura en el cartel de «Les âmes de papier» («Las almas de papel») y «Quai d'Orsay», en donde interpreta a una implacable diplomática. Y la pantalla de cine es seguramente el único lugar en donde hoy es posible cruzarse con Julie Gayet, el blanco más perseguido por los «paparazzi» desde hace una semana.
Separada desde 2006 del actor y guionista argentino afincado en Francia, Santiago Amigorena, la actriz está sobrellevando el trance «tranquila y muy segura de ella», explicaba su ex marido, autor de la novela de tintes autobiográficos «Los días que no he olvidado», en la que exorciza el dolor de la separación. «Es una madre que se ocupa de sus hijos», remachaba. De Tadeo, 15 años, y de Ezequiel, de 13, fruto de su matrimonio. Con ellos vive recluida en su «loft» del este de París y que comparte con otra amiga actriz y su progenie, y a pocos metros del de su hermano, un conocido arquitecto.
Una vida al estilo «comuna» muy acorde con las convicciones algo «hippies» de la amante del presidente que, sin embargo, para veranear prefiere el castillo de sus padres. Un «château» del siglo XVII en el sur de Francia donde François Hollande fue invitado a almorzar el pasado agosto, sólo unos días después de que la pareja se dejara ver paseando por el mercado de Tulle. Ambos habían coincidido la víspera en el feudo electoral del mandatario socialista durante un concierto de la cantante Olivia Ruiz y mientras la primera dama oficial, Valérie Trierweiler, consumía sus vacaciones en Grecia sólo acompañada por sus hijos y sin quitar la vista del móvil, esperando la llamada presidencial y resistiéndose a dar crédito a los ya entonces insistentes rumores de infidelidad.
El cuerpo que enamoró a Hollande
Curvas sinuosas y una figura esbelta que tantas veces ha lucido ante la cámara sin más vestimenta que su ondulante cabellera rubia: ésa ha sido la fórmula de perdición del presidente francés y por la que ahora medio mundo lo está juzgando –aunque no precisamente por tener mal gusto, sino por protagonizar este peligroso «affaire» que ha dejado a la primera dama fuera de combate–. A pesar de que Julie Gayet no es una de las intérpretes más populares del país, lo cierto es que muchos galos han podido contemplar sus atributos en la gran pantalla gracias a sus papeles en películas como «Select Hotel» y «Lovely Rita, sainte patronne des cas désespéréss». Con todo el revuelo mediático, aún se deconoce cómo afectará el «Gayetgate» a la carrera de la actriz, que podría convertirse en la nueva habitante del Elíseo. De momento, Gayet sí se ha apresurado a desmentir, según ha publicado en su web la emisora Europe1, que los rumores de embarazo son totalmente falsos, a pesar de que muchos aseguraban que ya estaba de cuatro meses.
El detalle
UNA PORTERA ENTROMETIDA
La demanda que Julie Gayet ha interpuesto a «Closer» tras revelar su «affaire» con el presidente no ha amilanado al semanario, que ayer continuó desvelando detalles del romance. La pareja se conoció en 2011 y, desde entonces, han tenido encuentros en diferentes lugares de París: primero, en un local en el Faubourg Saint Honoré –que cambiaron tras darse cuenta de que la portera intentaba fotografiarles–, y, más tarde, en el domicilio de Gayet y en un piso de la calle du Cirque.
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