Santander
«Llega un momento en el que todo te debe resbalar»
MENCHU ÁLVAREZ DEL VALLE/ PERIODISTA. La abuela de Doña Letizia habla con LA RAZÓN tras recoger el Premio Nacional de Radio
Durante más de cuatro décadas ha sido una de las voces más conocidas y respetadas de Asturias. A partir de 2004, Menchu Álvarez del Valle (Santander, 1928) pasó a convertirse en la entrañable abuela de la Princesa de Asturias. Su lectura de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios durante la boda de su nieta con el Heredero a la Corona estremeció a la realeza europea y a los Jefes de Estado de todo el mundo. Ahora, la comunicadora, junto a su hermana Marisol Álvarez del Valle, ha sido reconocida con el Premio Nacional de Radio María Elena Doménech por su trayectoria profesional y su callada labor periodística.
–Enhorabuena por el galardón, ¿cómo se siente?
–Estoy feliz de recibirlo a los 85 años, aunque si se descuidan, ya no estoy en este mundo. Me hace muchísima ilusión, porque, fundamentalmente, también han premiado a mi hermana Marisol. Somos amigas, confidentes... Siempre hemos estado muy unidas.
–¿Cree que se merece este premio?
– Yo creo que me lo merezco. Eso, y mucho más. He estado 42 años dedicada al oficio. Me marché tres antes para cuidar de mi madre enferma. Siempre he trabajado en la radio y en el mismo sitio. Los indicativos cambiaban, pero yo no me moví. También quiero recordar que gané mi primera Antena de Oro en 1975.
–¿Su nieta, Doña Letizia, la ha felicitado?
–Me ha felicitado todo el mundo.
–Su nombre ha saltado a las páginas de los medios de comunicación por su imputación en un presunto delito de alzamiento de bienes, ¿qué dice sobre el tema?
–Creo en la Justicia.
–¿Considera que la están tratando de forma injusta?
–Pienso que llega un momento en el que todo te debe resbalar. No me queda más remedio que sea así, porque si no me moriría. Y yo no me quiero morir.
–Defínase.
–Soy una simple locutora de provincias.
–No parece que eso calme mucho a quienes han criticado que le den este premio.
–(Ríe). Mire, yo estoy orgullosa de ser provinciana, que así es como nos llaman los de las grandes emisoras. Hacemos lo que nos gusta, donde nos gusta.
–¿Echa mucho de menos la radio?
–Muchísimo. Me han ofrecido bastantes colaboraciones, pero ya no estoy para esas cosas. Soy mayor y no quiero desplazarme.
–¿Cómo recuerda su paso por las ondas?
–Antes había mucha creatividad. No existían los magnetófonos. Era todo en directo. Asistí al nacimiento del hilo magnético. Fue todo un acontecimiento. Ahora, con los móviles, se graba y se hace de todo. Sin embargo, las circunstancias de entonces nos obligaron a avanzar más y a hacer cosas que ahora serían impensables. Fue un tiempo muy bonito.
–También vivió la censura...
–Sí. Había que medirlo todo. Sobre todo, lo que escribíamos. Había palabras que no se podían usar, pero goles metíamos muchos. Hablábamos entre líneas.
–¿Cómo se maneja con internet?
–Me he pegado mucho con el ordenador, pero voy avanzando a medida que navego. Pido ayuda a mi hijo o a mi cuñado cada vez que me lío.
–Y, ¿qué pasa con su faceta de actriz?
–Me apasiona. Yo tenía vocación cuando empecé en la radio. Estuve incluso en un cuadro de arte. Y cuando fui a la emisora a representar una de las obras, me enamoré. Hace poco interpreté en Ribadesella a Linda Loman, la protagonista de «La muerte de un viajante», de Arthur Miller. Me pusieron verde, pero me da igual. Disfruté muchísimo.
–¿Qué sueños le quedan por cumplir?
–El día a día es lo más importante.
–Su hijo es periodista y su nieta, también, aunque ahora desempeñe su función como Princesa de Asturias. ¿Le gustaría que alguna de sus bisnietas se dedicara a la prensa en un futuro?
–Depende de cómo esté el periodismo y el mundo. Por el camino que llevamos, vaya usted a saber.
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