Jesús Mariñas
Manuel Mota, la sombra de Nati Abascal en París
Nunca lo sabremos todo sobre la trágica muerte de Manuel Mota. Las especulaciones –¿o son revelaciones?– se han desatado en las últimas horas tras la intransigencia familiar de no admitir a Alberto Palatchi, hasta ahora protector de su diseñador estrella, en las honras fúnebres. Dicen de todo y alimentan el morbo de una muerte intrigante. Hablan de la rara personalidad del creador, de su difícil trato –a pesar de reconocer, como todos, que era una persona encantadora dentro de su timidez irrefrenable–, de su hermetismo absoluto y de su personalidad contradictoria no exenta de complejos. Su muerte súbita y absurda no va a cambiar lo que fue.
Traté bastante con él cuando Nati Abascal formaba parte de la cuadra de Pronovias y se lo llevó obediente a los desfiles de alta costura de París para que llegase a sus entresijos, ya que Nati tenía allí las puertas abiertas. Iba con ella cual maleta requisadora, una sombra perenne y muda que no abría la boca, todo se le iba en observar para aprender o copiar. Alguna noche cenamos en el Café de la Paix que tanto visita Jaime de Marichalar, donde tanto disfruta del plato de marisco sobre leche de ostras. Da fe Paz Blasco, esa especie de embajadora española en la clandestinidad de París, que ha convertido el Gran Hotel Intercontinental casi en un cálido consulado español. Nadie se lo pierde y Nati ha retratado para distintos reportajes de la revista «¡Hola!» todos sus pasillos, rincones y tejados que caen sobre los de la Opera Garnier.
Mota siempre me sorprendió por su falta de comunicación y eso que no dejé de observarle, ni cuando Nati le colocaba en el backstage como si fuera su ayudante, igual que hace ahora con su secretaria, la impagable Teresa.
El diseñador repasaba las numerosas prendas colgadas en los burros después de los desfiles de Dior, Lacroix o Valentino, uno de sus iconos, como se puede comprobar en las colecciones nupciales en las que repite los plisados del italiano de cabeza aleonada. Éste nunca le echó una midada, a pesar de que, físicamente, era atractivo. Mota tenía interés hasta por conocer el terminado interior o el revés de los modelazos, mientas Nati iba a su aire, desprendida de la ocasional tutela, que sólo la distraía realmente cuando iban a comprar libros de moda y diseño. Fueron tiempos difíciles en los que ella colaboró con la marca barcelonesa, que Alberto Palatchi transformó en un referente mundial de la moda nupcial.
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