Crítica de libros

Piezas de museo

La Razón
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La mantilla supone un alarde estético impresionante. Desde Victorio y Lucchino podemos asegurar que somos grandes admiradores de las mujeres que eligen para vestirse una mantilla. Es todo un orgullo el poder disponer de una pieza tan personal, genuina y española. Una mujer con mantilla sobresale ante otras con otro tipo de tocados. Nosotros la reivindicamos porque debe ser conservada ya que en sí es Historia. En el siglo XIX, en plena Revolución francesa, tuvo lugar una impresionante manifestación de féminas que salieron a la calle para mostrar su apoyo a esta prenda y rechazar el afrancesamiento que en aquel momento se imponía. Desde el punto de vista de estilo, hay que tener en cuenta que existen dos tipos de mantilla: la reservada para fiestas religiosas como la Semana Santa (que debe ser negra, en señal de luto, y conjuntarse con trajes de chaqueta, mangas francesas, zapatos de tacón y nunca vestido) y otra más lúdica (blanca y que puede interpretarse con juegos de estampados). Es necesario subrayar el tiempo y la dedicación que implica realizar una buena mantilla de encaje es un trabajo muy primoroso. Incluso podemos asegurar que son prendas de museo y, de hecho, así se deja ver cuando pasan de generación en generación. Hay que aprender a amar lo nuestro y es muy agradable vivir el resurgir de una pieza con espíritu propio. Somos tan devotos de ella que incluso entregamos el premio anual de la Asociación Real Club de Enganches a la mujer que mejor la lleva en su conjunto. Las prendas bonitas como ésta siempre perdurarán en el tiempo.