Londres

Rafael Frühbeck: «Si hay que morir, mejor en el escenario»»

DIRECTOR DE ORQUESTA

Rafael Frühbeck: «Si hay que morir, mejor en el escenario»»
Rafael Frühbeck: «Si hay que morir, mejor en el escenario»»larazon

Acaba de cumplir 80 años y le homenajean en medio mundo, también en el Teatro de Zarzuela de Madrid, donde hoy y mañana dirige la zarzuela (en concierto) «La Tempranica» y la Suite Española de Albéniz, con los que arranca la temporada. Después de haber estado al frente de más de cien orquestas de todo el mundo, en un promedio de 110 conciertos anuales, de serlo todo con la batuta, confiesa que «cuanto más veterano parezco más novato me siento».

–Maestro, descúbrame su «viagra».

–La pasión por la música. No hay nada comparable a la pasión por lo que uno hace. Salí de una operación difícil y no quería suspender un concierto. Cuando estuve frente a la orquesta, se me fueron todos los males. No hay poder como la música. Y no me pida que se lo explique. No sé.

–La suya es una profesión longeva.

–Sí, dicen los médicos que hacer ejercicio con los brazos por encima del corazón es bueno.

También es un apasionado de la morcilla de Burgos, claro. No la lleva en la maleta porque se la quitarían en las aduanas. Debutó con siete años en la catedral de Burgos: era el último de los segundos violines. «Me dio mucho miedo, tocar con aquella gente mayor y en la catedral, fíjese. El cabildo me regaló una tarta. Es lo primero que gané con la música».

–Y con 17 años, fue segundo director de una compañía de revistas en la que Virginia Matos era la primera «vedette». Le imagino muy excitado viendo piernas desde el foso.

–Tal como estaba la cosa del sexo en aquellos tiempos, sí. Y no le digo más, que el resto son cosas íntimas.

Ve jóvenes de 80 años y viejos de 40: «Todo depende de cómo se tenga la cabeza». Dice que nunca ha dirigido tan bien y que nunca ha disfrutado tanto haciéndolo: «Cada vez me gusta más». Para él, ahí está el secreto de la felicidad: buscar cada día cosas nuevas en lo que se hace. «Cada vez me impresionan más obras que he dirigido hace 50 años, porque siempre encuentro en ellas algo nuevo; después de todos estos años tengo claro que no hay otro secreto de la felicidad más que hacer lo que a uno le gusta; he tenido suerte: no he parado de trabajar desde los 14 años; siempre he tenido trabajo; este año llevo 73 conciertos; haré 110».

–¿Y cuál es el sonido del éxito, maestro?

–Ese silencio enorme que viene después de los aplausos, cuando ya estás en el camerino o en la solitaria habitación de hotel.

–¿Qué le gustaría borrar de su pasado?

–Nada. Si volviera a nacer haría lo mismo.

–Dirigirá hasta...

–Hasta que el cuerpo aguante. Si hay que morir, mejor en el escenario.

Dirigía en Londres el «Réquiem de Verdi» y se murió un espectador. «Fíjese, irse al cielo escuchando el Réquiem de Verdi y a la Orquesta de Londres, qué bien», me dice. Detesta vivir en los aeropuertos, las colas, los retrasos, la pérdida de maletas. Le cuesta nadar 50 minutos cada día. Lee y ve la tele. Pasea. Es un gran aficionado al fútbol, hincha del Real Madrid.

–Un director de orquesta debe tener conocimientos musicales, personalidad y saber motivar a los músicos. Como un entrenador de fútbol, ¿no?

–Exacto. Como todo líder. Un director es un líder. ¿Dictador? No, motivador. Ahora los músicos son técnicamente estupendos, sólo hay que motivarlos.

–¿Algún paralelismo con un político?

–¡Nooo! Hombre, aún hay clases...

–¿Y qué es lo peor de envejecer, maestro?

–Todo se hace más complicado, desde vestirse hasta meterse en la bañera. Me he caído dos veces en el escenario, una en Brasil, porque me entregaron el ramo de flores más grande que he visto en mi vida, no me dejaba ver y tropecé.

–¿Qué ha ido dejando?

–El tabaco lo dejé hace 30 años. Nunca he bebido mucho: un vaso de vino y, sobre todo, una copa de champán. Qué gran invento el champán.

–Por aquí solemos decir que la edad discrimina: lo dicen actores, presentadores de TV...

–Mentiría si dijera que me siento discriminado. Dirijo la Orquesta Nacional de Dinamarca y ya me han renovado el contrato.

Sólo tiene nostalgia de cuando sus hijos eran pequeños. «No he sido muy de fiestas, la familia era para mí muy importante; no pude estar con ella todo lo que hubiera querido, pero no me arrepiento de nada». Para él, la palabra «retirada» carece de sentido. No llora escuchando la música de nadie, «no lloro en ninguna parte; si eso es ser duro, soy un hombre duro».