Historia

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Se abrió la veda: todos quieren cazar

El marqués de Cubas en una montería familiar en Valero
El marqués de Cubas en una montería familiar en Valerolarazon

La primera vez que el marqués de Cubas tuvo entre sus manos una escopeta tenía ocho años. Es la única cifra que habita en su mente por lo que significa: 70 años de pasión de montero. No quiere hablar de cifras; en la histórica finca familiar de Valero, en Monfragüe (Cáceres), datos como que la caza mueve 3.600 millones de euros al año quedan fuera de las vallas que cercan sus 4.600 hectáreas de extensión. «Todos los datos importantes sobre caza están aquí». Fernando Falcó se dirige a una estantería de su residencia madrileña y saca el volumen: «Veinte años de caza», firmado por el marqués de Yebes. El marido de Esther Koplowitz me pide que lo abra por el prólogo que el filósofo Ortega y Gasset escribió para el libro. Más de 70 páginas lo anuncian, en el que se encuentran frases como «en la caza que practica hoy el hombre la intervención más importante de la razón consiste precisamente en limitar su propia intervención», o premisas como que «para que se produzca la cacería es menester que el animal procurado tenga su chance».

A mediados de octubre se abrió la temporada de las monterías en España, que durará hasta mediados de febrero. Una pasión que, a pesar de contar con más un millón de licencias, según datos de la Federación Española de Caza, nunca ha estado exenta de polémica y quienes la practican no la suelen airear. La foto final con el animal ensangrentado nunca queda exenta de polémica ni de críticas feroces hacia el objetivo de la actividad cinegética.

El marqués de Cubas no tiene reparo en afirmar que, a mediados de octubre, abatió un venado medalla de plata en una montería. Y no lo tiene porque haber cazado desde aquellos tiempos en que se hacía a caballo, le confiere a uno el privilegio de ser cazador de verdad, o lo que es lo mismo, saber que el objetivo no es abatir.

¿Qué tiene esta afición que, si a día de hoy, según la federación a raíz de la crisis se ha perdido 1/3 de la frecuencia con la que se va de caza, cada vez hay más personas de diferentes ámbitos que se aficionan a ella? Durante siglos las monterías han sido coto privado de España; en ningún otro país se practicaba, y estaba reservada a la realeza y a la aristocracia: lejanía y privilegio nunca han provocado buena prensa. Algo que ha cambiado radicalmente. A futbolistas como el portero del Liverpool, Pepe Reina, el ex jugador del Real Madrid, Raúl González, o incluso la vedette Norma Duval, les gusta cazar. Hasta al coordinador de Izquierda Unida Cayo Lara. Aunque él se diferencie y en alguna ocasión haya afirmado que él practica la caza «de pobres», en las que se hace «bolsa común» entre amigos para organizar la caza. De pobres , de no tan pobres, empresarios o aristócratas, el buen montero es el mismo. Es el que, una vez el capitán de la montería da la orden, a toque de corneta o mediante emisoras, empieza a «latir» la mancha y está preparado para que el «bicho le ha cumplido» para saber si hay que tirarle o no, respetar los límites de tiro que el postor ha indicado, reconocer el sentido del viento, incluso diferenciar si los ladridos de la rehala van dirigidos a un jabalí o a un venado. Y, por supuesto, el que sabe disfrutar de las míticas migas previas a la montería. «Hay cazadores que deberían aprender a disfrutar de la naturaleza sin cazar», reflexiona el marqués de Cubas. En su finca de Valero lo han hecho personalidades emblemáticas: desde el mismo conde de Yebes, que aprovechaba las mejores umbrías para trazar sus dibujos, por supuesto, su abuelo, Duque de Arion e íntimo allegado al Rey Alfonso XIII, hasta toreros como José Luis Dominguín, del que el Marqués de Cubas no olvida una anécdota. «Vino a una de las pocas monterías de pago que organizamos y, como no le dijeron límite, abatió 18 venados y un cochino». Eso sí, «era muy simpático». De la realeza, el mismísimo Don Juan Carlos ha estado en Valero cuando era Príncipe de Asturias y con quien Fernando Falcó compartió pupitre en Las Jarillas. «Se le da mejor la caza menor que la mayor», asegura.

«Al principio tiraba perdices, la caza mayor la practiqué más tarde porque a Valero no iban los niños; era una casa austera donde no cabía mucha gente. Fui por primera vez con 12 años y abatí cinco venados en tres días». Su madre, Hilda Fernández de Córdova y duquesa de Montellano, una devota montera, pionera entre las mujeres, cazaba con la tía de Don Juan Carlos y organizaba alrededor de 45 cacerías al año en «pettit-comité», entre amigos y familiares. A día de hoy, el precio por puesto oscila entre los 1.000 y los 10.000 euros.

El cazador devuelve su libro de cabecera cinegética a la estantería y le añade autocrítica y reflexión: «La caza menor ha empeorado mucho porque las perdices autóctonas han casi desaparecido por culpa de unas enfermedades y no tienen ninguna gracia criarlas y soltarlas para que lo maten los cazadores». La mayor es otra cosa. «Hay gente que ha hecho grandes fortunas y mantiene fincas muy buenas y grandes pero se ha perdido un poco la manera antigua de cazar, en un duelo con el animal. Quien sólo vaya al campo a matar no es cazador ni lo será nunca».

Aunque, desde los límites del coto la caza se contempla a menudo como un mundo frívolo y hostil, resulta totalmente distinto para quienes aprecian el desafío que supone cada montería. «Responde a un instinto de la naturaleza humana, un instinto que la civilizacion ha ido amortiguando. Es una actividad que se siente profundamente y se vive mejor cuando se comparte con amigos», asegura Íñigo de Arteaga y Martín, duque del Infantado y uno de los grandes cazadores de España. También Alonso Álvarez de Toledo, marqués de Villanueva de Valdueza y presidente de la Junta de Homologación de Trofeos, sostiene que «la caza es una forma de vida atávica en el hombre y, aunque hoy no es una forma de subsistencia, supone todavía un reto ante la naturaleza. Además, los cazadores son los mayores conservacionistas de la biodiversidad».