Sevilla
Vicky Martín Berrocal: «A mí no me acomplejan nuestras raíces»
Es muy difícil mirarle a los ojos y decirle que no. A ella le hace gracia, pero, de primeras, intimida. O mejor, conquista. «Soy muy de verdad y lo que ves es lo que hay», se disculpa entre risas. «Quien no me conoce sólo ve carácter y personalidad, pero también sufro, tengo debilidades, miedos y me desmorono con nada. Soy vulnerable y lloro como la que más, pero esa Vicky que todos veis es la que predomina». Y esa Vicky es la que ha logrado crear una empresa de moda que cumple diez años centrada en la costura.
–Se dice débil. Confiese la última vez que lloró.
– Me quedó con esa canción de «Yo ya no lloro más». Hace tiempo que no lloro, que no lo exteriorizo. Quizá porque considero que hay que llorar ante lo verdaderamente importante: la pérdida de un ser querido, una separación... En el amor sufro mucho y tengo que confesar que también he llorado mucho de rabia, de impotencia, pero he aprendido a mirar la vida de otra manera. Si con 40 años lloro lo mismo que con 20... apaga y vámonos.
– Pues vayámonos de compras, que le va fenomenal con su firma...
–En una época en la que todo está desapareciendo, da miedo decir que te va bien. Pienso que de aquí no nos va a quitar nadie, o al menos eso espero. Ampliamos nuestra empresa porque no nos queda más remedio, pero conscientes de la realidad que hay. De hecho, cada vez que entra una mujer por mi tienda se me saltan hasta las lágrimas, porque son ellas las grandes protagonistas de mi proyecto y las que han hecho que mi sueño se haga realidad. No me gusta quejarme ni tan si quiera cuando me va mal, porque confío mucho en lo que hago. Es más, me considero responsable, muy trabajadora y extremadamente perfeccionista, algo que no sé si es bueno.
–Siendo tan meticulosa, habrá momentos en los que no haya quien la aguante...
–Hay veces que no me aguanto ni yo. Hay veces que mi equipo me mira pensando: ¿Qué nos va a soltar ésta ahora?
–¿Se agarran a los muebles?
–Ya no, porque algunas llevan conmigo cinco años y me entienden perfectamente. Aun así, en ciertas ocasiones me enseñan el maniquí con una prueba para ver lo que me parece y no puedo evitar enfadarme. Sobre todo, me saca de mis casillas cuando alguien me dice: «Es que yo pensé que así...». Sólo pido que me dejen equivocarme a mí, que yo sea la responsable de los errores que se comete en una prenda. Me guío por mi instinto que es lo que me ha llevado hasta aquí, tengo un sexto sentido para saber lo que gusta y lo que no gusta.
–¿Le han dejado equivocarse en la vida?
–Todos nos equivocamos en la vida, pero yo no me arrepiento de nada de lo que hago, si bien reconozco aquello que haya podido ser una equivocación grave. Volvería a vivir la vida que he llevado, con mis éxitos y fracasos, de la misma manera.
–¿Cuándo la empezaron a tomar en serio como empresaria y diseñadora?
–El primer año sorprendí con lo que hice porque arranqué con unas propuestas flamencas que me han hecho llegar hasta donde estoy. Todo el mundo quedó fascinado porque tenía un sello propio, con tejidos y estilo diferentes. No era una moda flamenca para Sevilla sino para el mundo. Sé que entonces se comentó: «¡A ver si el año que vuelve esta mujer a hacer lo mismo!». El reto estaba ahí , ahora cumplo diez años y ahí estamos, encontrando nuestro lugar. Todo se demuestra andando.
–¿Cómo se le queda el cuerpo cuando ve que se agotan sus colecciones de bolsos?
–Tampoco se agotan siempre... También hay temporadas en los que se quedan en las estanterías y de ahí no se mueven. Peleamos mucho para conocer a la clienta y para tratarla como se merece. Por eso la primera regla es no mentirle y no engañarla. Yo le he llegado a decirle a una señora: «Mire, quíteselo y déjelo, no se lo lleve». No me preocupa perder dinero, pero sí una clienta. Por eso les digo a quienes están en tienda que si ven algo que no le encaja a la clienta, se lo hagan saber.
–¿El volante nunca muere?
–Jamás. Los grandes diseñadores del mundo cada cierto tiempo lo utilizan en sus colecciones.
–¿Vivimos acomplejados por nuestras raíces?
–Yo, desde luego, no. Entre otras cosas, porque no sé hacer otra cosa que ese sur y esa España. A mí el «made in Spain» me enamora y me parece brutal como sello para salir a hacer cosas fuera. A principios de diciembre voy a estrenarme en Colombia con mi primer desfile propio fuera de nuestro país. Ya tuve un ensayo el año pasado cuando seis de mis diseños acompañaron a unas piezas de Piaget en la apertura de su tienda más grande en el mundo en Hong Kong.
–Teniendo en cuenta su forma de ser, le va a costar conciliar el sueño las semanas previas...
–Siempre me cuesta. Sufro muchísimo, y mucho más cuando no tengo el control de nada como es este caso. Es mucho más arriesgado que hacer un desfile aquí, porque en dos o tres días tengo que organizarlo todo allí. Intento pensar en positivo: ¿por qué tiene que salir mal?
–¿Desfilaría en Cibeles?
–¿Por qué no? Amo mi país, estoy orgullosa de haber nacido aquí y me encantaría llevar mi moda a Madrid. Lo soñé siempre para hacerlo en mi décimo aniversario de profesión. Espero que se pueda hacer y hasta creo que me lo merezco.
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