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Elogio de la locura
Algunas cabezas se trastocan y acaban ejecutando acciones que nunca nadie pudiera imaginar. Me refiero al criminal noruego. Ahora, algunos islamistas reclaman que se le llame terrorista, porque su acto es de puro no es un asesinato sin más, producto de su enajenación. Y, mal que me pese, he de dar la razón a quien esto afirma, pero, ¿no son perturbados mentales quienes matan en nombre de Alá?, ¿no son perturbados, asimismo, los que matan de un tiro en la nuca o con una bomba que siega miembros y vidas por la independencia de una región? Nada hay que justifique la muerte de un ser humano, nada hay que justifique el sufrimiento, la angustia, esos sentimientos que van en contra de la felicidad que Dios quiso para sus criaturas, más que un arrebato de locura, de estulticia.
Erasmo de Rótterdam tituló su trabajo más conocido como «Elogio de la locura», pero en realidad quiso escribir el «Elogio de la estulticia», según los estudiosos y según, también, las traducciones al latín y al griego. En esta obra, de las más influyentes en la literatura occidental, se realiza un análisis satírico de las supersticiones y de las prácticas piadosas y corruptas de algunas religiones, aplicable hoy al Islam y Al Qaeda y a la religión católica en el caso del noruego Breivik. En el ensayo la locura se representa como una diosa «hija de la ebriedad y de la ignorancia», con aderezos como la irreflexión, la intemperancia, el narcisismo, la adulación, el olvido, la propia locura y hasta el placer.
¿No es cierto que, repasando esta pieza literaria, encajan las piezas de la locura actual quinientos o seiscientos años más tarde? Hoy, que comienzan las vacaciones para muchos, sería momento de acopiar lecturas, que agosto es un mes también para la reflexión.
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