Cádiz

El hombre que no es lo que proyecta

En la escena pública, tiene fama de frío, de táctico y de conspirador. Nada que ver con el dibujo que de él hacen quienes le conocen bien. ¿Quieren saber cómo es fuera de cámara? Pues aunque de joven era «zampón», comía mucho y bien, hoy se mantiene con una verdura, una ensalada o un bocata.

Rubalcaba, de pie, a la izquierda, durante sus años de estudio en el Colegio del Pilar, el mismo que el de Lissavetzky, Solana... y Aznar.
Rubalcaba, de pie, a la izquierda, durante sus años de estudio en el Colegio del Pilar, el mismo que el de Lissavetzky, Solana... y Aznar.larazon

 Aún así siempre fue hombre de cuchara y comida tradicional. No bebe más que una copa de Ribera del Duero, si acaso un chupito de hierbas y si hay motivo para la celebración, una copa de cava. Para la música, es de «amplio espectro», como el antibiótico, le gusta el «folk», pero también la ópera, el pop y canta canciones de Loquillo, Tequila, Los Secretos o Serrat. Es austero, pero no tacaño; conservador en el vestir y dejado, muy dejado para el atuendo («Tenía una camiseta roja que llegó a andar sola. Se la puso un verano, otro, otro, y otro... Hasta que le dijimos que la tirara», recuerda su «tronco», su colega, Jaime Lissavetzky). Es devorador de libros, pero si tiene que elegir, siempre novela negra. Hombre comprometido desde sus años universitarios, siempre tuvo dotes de organizador. Sus amigos de siempre, los químicos, bromean con su condición de «delegado de curso a perpetuidad» porque lo fue desde cuarto de Bachiller.

Si hay alguien que le conoce a fondo, además de su mujer, Pilar Goya, es su «hermano», su «amigo del alma», el hoy portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid. Les une una amistad de más de 50 años. Ambos fueron al Colegio del Pilar; estudiaron Químicas en la Complutense; conocieron a sus respectivas en 1968, en la facultad. Desde entonces, los dos han rodado juntos. Y aunque lejos quedan aquellos setenta en los que por primera vez se acercaron a la política a través de la extinta Convergencia Socialista de Madrid, seguían «la ruta de la cerveza», dormían a la intemperie en sus viajes por Inglaterra, o corrían delante de los grises, Lissavetzky tiene muy presente los recuerdos. Los partidos de fútbol que vieron juntos, los veranos de Llanes, las Semanas Santas de Cádiz, las alegrías, las tristezas («Aún recuerdo cómo llenó el vacío que dejó en mí la muerte de mi padre en 1975»).Y no duda un segundo en destacar los grandes rasgos de la personalidad del amigo: trabajador infatigable («cuando hacíamos la tesis y quedábamos para ir de cañas en Moncloa daba plantones terribles. Motivo: el estudio»), resolutivo, emotivo e inteligente, «que no es lo mismo que astuto».

En eso coinciden quienes hoy trabajan con él en el Comité Electoral. Una imagen que no borrarán quienes estaban la noche del comunicado de ETA en Ferraz es la de un Rubalcaba emocionado al que los recuerdos y las sensaciones le impidieron acabar la intervención que le habían preparado. Lágrimas, emociones, abrazos, recuerdos que no grabó ninguna cámara. Es la mejor combinación de «inteligencia y sensibilidad». Habla Elena Valenciano, su jefa de campaña, pero los mismos adjetivos salen de boca de cualquiera de sus colaboradores a los que se pregunta. En contra de la imagen que de él, no es un hombre complejo, salvo quizá porque es difícil encontrar a alguien con más capacidad de trabajo. No hay un ápice de sofisticación en él, sino más bien una enorme capacidad para conectar con la gente. En Ferraz no recuerdan un candidato que haya trabajado directa y personalmente en el programa electoral como él. «Lo ha trabajado, corregido, concretado y hasta redactado algún párrafos». Otra diferencia con anteriores líderes: que la puerta de su despacho en Ferraz permanece permanentemente abierta, lo que a veces ocasiona grandes enfados de su equipo más directo. El Rubalcaba de hoy toma café, no lee la prensa de forma exhaustiva («prefiere que se la contemos nosotros»), después de comer se queda sólo en el despacho 15 minutos, y vuelta a arrancar. Parece que siempre estuviera corriendo una carrera de atletismo como las de antaño. En sus tiempos llegó a hacer los 100 metros lisos en 10,9 segundos, a cinco décimas del récord. La salud primero y la política después el alejaron de todo deporte, salvo de lo que él llama ping-pong y Lissavetzky le recuerdan que se llama tenis de mesa. Lo practica con sobre todo con sus sobrinos a quienes trata como lo hijos que nunca tuvo.

 

Pilar, su consejera
Si algo ha sorprendido a su equipo electoral es que es muy suyo para cuestiones de imagen. No acepta consejo ni sugerencia estética por leve que sea. Ni fundas dentales, ni vaqueros modernos, ni americanas nuevas. ¿Su única concesión? A su colaboradora de siempre, Lourdes Camino, y a su mujer, Pilar Goya. «Es la que más consigue» si por más se entiende que, en ocasiones, prescinda de la corbata, porque una vez le sugirió ponerse una chaqueta camel y dijo ¿camel, que es eso?.