Islamabad
Cristofobia
Es frecuente y al mismo tiempo irritante que la izquierda denuncie por sistema la presunta islamofobia que como un fantasma recorre Occidente. Se reprocha a políticos y creadores de opinión, por lo general conservadores y liberales, que tengan una visión del mundo basada en el desprecio a los musulmanes, y hasta de forma disparatada se les imputan las prácticas de exclusión y discriminación que según esa izquierda sufren de forma permanente los seguidores de Mahoma.
La cosa cambia diametralmente cuando la persecución, ésta no imaginaria sino real, la sufren los cristianos. Poco importa que sean amenazados, coaccionados y asesinados en el Cuerno de África, en Oriente Medio, en el sureste asiático, en el Golfo Pérsico o, como en este caso, en Islamabad, donde Shabbaz Batti ha sido acribillado por hombres armados por seguir la fe de Cristo.
No hay más. Aquí ya la orquesta de cuerda, viento y percusión de la progresía enmudece. O no se condenan los crímenes o se procede con sigilo. Aquí ya desaparecen los llamamientos buenistas al entendimiento y al diálogo interreligioso.
Quizá porque esos propagandistas, ayunos de coraje y claridad moral, entienden que los cristianos están donde no deben estar, o hacen lo que no deben hacer, o sencillamente provocan y se refugian en el victimismo. Así se las gasta con frecuencia la izquierda por aquí y por allá.
Bastante tenemos con sufrir los embates de un socialismo radical, como el impulsado por Zapatero, de fuerte carga anticlerical. Bastante con que desde esas posiciones ideológicas se multipliquen los esfuerzos por sacar a Dios de la plaza pública. Pero eso no pasa de ser lamentable y rechazable. Lo que se convierte en intolerable es el silencio de ese socialismo radical cuando se pierden vidas humanas por el ejercicio de la libertad religiosa. Vidas cristianas, naturalmente.
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