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El mercado del paro

La Razón
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Dos huelgas generales le hicieron a Felipe González los sindicatos. En 1988 la reconversión industrial tenía en carne viva al país, y la posibilidad de que el Gobierno socialista de González sacara adelante, además, un recorte en las pensiones y una reforma del mercado laboral, lo enfrentó duramente con los sindicatos. Resultado: huelga general. La secundó el 90% de la población activa del país. Fue un éxito. González renunció a las propuestas de reforma y aumentó el gasto social. Segundo intento de tocar el mercado laboral: nueva huelga general en 1994. En 2002, bajo gobierno de Aznar, una intentona más de reformar el mercado laboral condujo a otra huelga general. Fueron 3 intentos, y ninguna reforma salió adelante. En 2010 los sindicatos no han sido capaces de movilizar a los funcionarios, afectados por recortes salariales. Y es evidente que el mercado laboral español continúa obsoleto y sólo logra producir desempleo. Si cada vez hay menos trabajadores, ¿quién costeará las prestaciones por desempleo más generosas de Europa en el país que históricamente tiene menos empleados de Europa? Hasta ayer, bajo los gobiernos de ZP, se había hecho realidad lo que fue un presupuesto franquista (con el sindicato vertical) y lo que decía Lenin: que el sindicato sólo debe ser «una correa de transmisión entre el poder y la masa, y ni presenta reivindicaciones ni apoya nunca las huelgas». La sumisión sindical a ZP, al poder, ¿ha hundido al «poder» sindical en el descrédito? Desde que los gobiernos socialistas de González comprobaron que el mercado laboral español es una máquina de fabricar desempleados, se ha intentado reformar un mercado de trabajo de herencia franquista propio de un país en las condiciones de autarquía y aislamiento en las que estuvo España durante décadas, y que la abocó prácticamente a la bancarrota. Que sirvió tal vez en los años sesenta, pero porque entonces se crecía al 7% anual (la receta resumida: liberalismo moderado, emigración interior, y al exterior, y ayuda americana), y que actualmente es un delirio laboral y un suicidio económico. Es en aquella década prodigiosa cuando comienza, además, Comisiones Obreras a infiltrarse en el sindicato vertical franquista. Quizás también por entonces se incubara la original, aunque lógica, aleación de marxismo y paternalismo franquista que tanto gusta al españolito y tan presente está en el discurso sindical y en el de ZP, dirigidos a las tripas de un trabajador/parado eternamente custodiado por el estado, feliz.