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Sevilla de boda

La Razón
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Después de la boda de Pepe Márquez, nieto de la Duquesa de Medina Sidonia, hay otro próximo enlace de un joven de la alta aristocracia, Rafael Medina Abascal. Descendiente de Alfonso X el Sabio. Me refiero a esta boda que se celebrará en Sevilla y además en el altar mayor de la Catedral por un antiguo privilegio de los Medinaceli. Han saltado voces, criticando que a estas alturas del mundo mantener ciertos privilegios resulta inadmisible, y además son un baldón para la iglesia. Siempre respeto las opiniones y argumentos que se ofrecen en cualquier tema, pero en este caso no estoy de acuerdo por diferentes razones. En un país como España, en una ciudad como Sevilla y en su Arzobispado, que acumulan grandes tradiciones, añadidas a su portentosa historia, mantener alguna de ellas, como estos privilegios, es una forma de conservar parte del patrimonio cultural. No creo que nadie, republicano o monárquico, católico ferviente o anticlerical, contemple o disfrute las muchas obras de arte que convierten a nuestro país en un líder en este campo, sabiendo que la mayoría de estos tesoros pertenecen o han pertenecido a la Iglesia y en muchas ocasiones a encargos regios. No creo que nadie se sienta ofendido por la procedencia de los citados tesoros. Del mismo modo terminar con estas prebendas históricas, que no son imperativas, ya que el arzobispo titular de la archidiócesis tiene la última palabra, sería en el caso de Rafael Medina quitarle a Sevilla una gran publicidad. Figúrense lo que mediáticamente supone un cortejo nupcial, saliendo desde Pilatos hasta la Catedral, donde estarían reunidos grandes personajes mundiales –sabido es que la madre del novio, Nati Abascal, es una VIP internacional–. Estas cosas hay que disfrutarlas, sacar el mejor partido y no andar ondeando la bandera para derogar privilegios que nada molestan y en una ciudad turística como Sevilla vienen muy bien.