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Lo que nos cuesta

La Razón
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Todos los Regímenes, también los que, como éste del Bienestar, se las dan de blandos y flexibles, son al fin totalitarios; porque se fundan en un ideal, el de creer que se puede de verdad ordenar el mundo y las gentes desde lo alto; lo cual no es verdad, y ese ideal es mortífero para la gente y para las cosas.

Cualquier dirigente ha de estar poseído de esa fe y tener ese ideal: un futuro en el cual, al fin, todo está limpio, no hay más guerras, nadie fuma en el mundo, se han mandado a la luna todos los escombros y los autos de modelos superados, el cielo es azul y todas las caras sonrientes como en los anuncios; tienen que creerlo, sí: porque, sin esa fe y ese ideal, ¿cómo iban a justificar los destrozos, trastornos, embrollos, que por lo pronto nos imponen, el engorde progresivo de leyes y de informaciones sobre dónde comprar, cómo manejar los nuevos chismes, cómo comer, cómo chequearse periódicamente, en fin, cómo vivir?

Ésa es la cuenta simple y clara que hoy deseaba recordarles a los lectores: lo caro que ese ideal y prospectivas de futuro les cuestan de presente y día a día.

Miedo en el cuerpo

¿Hace falta siquiera echar la cuenta?, ¿recordarle a cada lector lo que cada día sufre de molestias, cargas, rollos de matar el tiempo, por creerse que el Régimen le está ordenando el mundo?¿Le cuentan aquello de que es necesario el régimen, porque, si no, el caos?, el miedo que le meten en el cuerpo, para que no sienta el caos que la Administración le está con su tráfico produciendo cada día y de más en más.

Claro que el Capital disimula su condición totalitaria sustituyendo «el todo», «la verdad», por prudentes cálculos de probabilidades; pero, ¿a quién van a engañar con eso?
¿Nunca aprenderemos a oír lo que el sentido común nos dice, que nunca puede una ley ni montañas de leyes regir y gobernar el mundo, y que lo caro y desastroso que resulta el creer que sí está demostrando, lo que el pueblo sospechaba, que las leyes, informaciones y ordenaciones, no eran para el bien de la gente ni las cosas, sino para el sostenimiento del Señor y, si acaso, de sus esclavos ejecutivos?