Roma

Francis :«Pakistán: mi segunda vida en la Tierra»

El prelado denuncia que los cristianos paquistaníes viven atemorizados por la Ley de Blasfemia.

Andrew Francis, obispo de Multan (Pakistán), en la sede de Ayuda a la Iglesia Necesitada en Madrid
Andrew Francis, obispo de Multan (Pakistán), en la sede de Ayuda a la Iglesia Necesitada en Madridlarazon

MADRID-Andrew Francis, obispo de la diócesis de Multan, en Pakistán, nunca olvidará el día en que dos jóvenes terroristas islámicos se le acercaron fingiendo pedir una bendición, le colocaron una pistola en la cabeza y le dispararon. «Milagrosamente, las balas se desviaron hacia la pared. Me sentaron en una silla y huyeron creyendo que estaba muerto. Ésta es mi segunda vida en la Tierra», explica en una mesa redonda sobre libertad religiosa celebrada en la sede de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) en Madrid. AIN está realizando una campaña para concienciar a la opinión pública de la necesidad que existe de defender la libertad religiosa en todo el mundo, y especialmente ahora de los cristianos en Pakistán.

Cuando aquello sucedió, Andrew Francis ni siquiera era aún obispo. Simplemente dirigía una comunidad de unos 5.000 católicos que se reunían para rezar. Reuniones que bastaron para que algunos vecinos contrataran a los sicarios.

«Los cristianos de Pakistán son gente muy santa y la única arma que tienen es el valor del Evangelio», asegura el obispo. Cuenta que los cristianos perdonan a los terroristas, «Juan Pablo II nos dijo que así lo hiciéramos», y que la relación no es mala con el Gobierno ni con la mayoría de la población, pero que los integristas violentos van ganando terreno.

En un país donde el 96 por ciento de la población profesa el islam, sólo el 0,7 es católico. En Multan, los católicos apenas se traducen en unos 100.000, de una poblacion total cercana a los 32 millones de habitantes. El 60 por ciento de estos católicos viven en poblados cercanos al desierto y su principal actividad es el campo, que pertenece a grandes terratenientes musulmanes.

La principal persecución que sufren surge del uso que se hace de la Ley de Blasfemia, vigente desde 1986. Si un musulmán denuncia a un no-musulman acusándolo de haber blasfemado contra el islam, puede ser castigado o incluso ejecutado, sin apenas posibilidad de demostrar su inocencia. El obispo dice que «la ley se usa también contra musulmanes», y reconoce que «hay esfuerzos del Gobierno para realizar cambios, pero es difícil conseguirlos».
Francis habla con entusiasmo de las obras que realiza en su diócesis en favor del entendimiento interreligioso. «Cada iglesia que construimos tiene una capilla dedicada a la Virgen, donde suelen acudir musulmanes a rezar. A veces incluso hay más que católicos», relata.


Los Estados miran a otro lado
En la mesa redonda también participó el padre Justo, misionero de los Padres Blancos y rector emérito del Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos en Roma. El misionero comentó que «no ha habido ni un solo Estado que condene la persecución contra los cristianos de Pakistán». De hecho, «acudí personalmente a tres embajadores para que lo hicieran y se escabulleron».

Justo considera que, con demasidada frecuencia, los gobiernos se preocupan de temas aparentemente religiosos como el uso del velo o la construcción de minaretes. Cuestiones que, en realidad, son culturales. «Cuando la libertad religiosa no es un mérito que te concede el Gobierno, comienza el diálogo», defiende. Y concluye: «La libertad religiosa debe darse porque es un derecho natural y no por reciprocidad, ya que, como predica el cristianismo, el amor al prójimo es gratuito».