Islamabad

La primavera árabe contra Al Qaida

La democracia que piden las revueltas de los países árabes también supone librarse del terror de Ben Laden, cuya popularidad ha descendido entre los mulsumanes

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Tras la eliminación de Osama Ben Laden en un asalto estadounidense al recinto fortificado que le servía de guarida en Abbottabad, Occidente auguró una ola de ataques terroristas en sus países para vengar la muerte del líder de Al Qaida. Sin embargo, la reacción en el mundo árabe y sobre todo de los movimientos islamistas radicales nos ha sorprendido. Apenas se han producido reacciones violentas en Oriente Medio, inmerso en su «primavera». Ha habido pocas protestas en Pakistán por la muerte de Ben Laden, aunque uno de los grupos insurgentes más violentos, Lashkar-e-Tayyiba, hizo una oración especial por el terrorista saudita y calificó su muerte de martirio.

Por lo general, la sociedad paquistaní es muy conservadora y abraza a los movimientos islamistas, pero no al terrorismo islámico, que ha causado tantas muertes en el país. Quizás el único decidido en vengar la ejecución del enemigo número uno de Estados Unidos ha sido el movimiento talibán paquistaní Tehrik-e-Taliban (TTP), que amenazó con atentados suicidas en suelo estadounidense y contra las autoridades de Islamabad. Después de la advertencia, la seguridad de la capital paquistaní se reforzó a la espera de un posible ataque. Sin embargo, los talibán no han perpetrado ningún acto terrorista en Islamabad y podría decirse, incluso, que esta semana ha alcanzado los niveles más bajos de actividades terroristas en este país desangrado. La pregunta es: ¿qué está pasando con Al Qaida?

Algunos analistas opinan que la popularidad de Ben Laden ha decaído en el mundo musulmán en los últimos años. «Al Qaida ya está atravesando momentos difíciles porque las protestas de la primavera árabe la han dejado de lado», señaló Nicholas Kristof, columnista del diario «The New York Times».

Si bien el apoyo fue alto tras los atentados del 11-S, especialmente en Afganistán y Pakistán, donde el sentimiento antiamericano es elevado, las actividades terroristas del Al Qaida contra civiles de estos países generó también resentimiento hacia el terrorista saudí. La población paquistaní ha sido objeto de numerosos ataques suicidas perpetrados por el TTP, principal aliado de la red terrorista desde 2007. El castigo a los civiles ha provocado un sentimiento de rechazo total hacia Al Qaida y sus aliados.

Los propios talibán están divididos en cuanto a la idea de matar civiles. En una entrevista con LA RAZÓN, un combatiente talibán de la red Haqqani, que se sospecha que está relacionada con los Servicios de Inteligencia paquistaníes, el ISI, reprobó los ataques contra nacionales. Este talibán explicó que la yihad o Guerra Santa es sólo contra el invasor, en este caso contra las tropas de la OTAN desplegadas en suelo afgano. El miliciano de la red Haqani quiso dejar claro que su movimiento «no comparte la ideología ni el modo de operar de Al Qaida».

Hay que entender el movimiento yihadista de una manera más global y situar a Ben Laden y su red terrorista en una pequeña proporción dentro la lucha islámica. «Los medios de comunicación y los gobiernos occidentales tienden a englobar a Al Qaida como centro de los movimientos islamistas radicales», puntualiza el analista paquistaní Imtiaz Gul, autor del libro «Las Conexiones de Al Qaida». «Pero la realidad es que Al Qaida está muy debilitada como movimiento unido y necesita a las franquicias para poder subsistir».


Grupos independientes
«Sus líderes son fugitivos que se han mantenido en la sombra, ocultos en diferentes lugares de Afganistán y Pakistán, por lo que no han podido mantener una base central de operaciones. La descentralización de la organización ha llevado a la proliferación de grupos terroristas que utilizan el nombre de Al Qaida para ganar popularidad, pero actúan de forma independiente», continúa Gul, que cita entre otros a Al Qaida del Magreb Islámico o Al Qaida en la Península Arábiga. Estos grupos integristas no cuentan con el apoyo de la población musulmana.

El prestigioso centro «Pew Research Center» publicó recientemente una encuesta que muestra el descenso en el apoyo a Ben Laden en los países árabes en los últimos años. Según este estudio, en 2011 la caída en la popularidad del terrorista más buscado del mundo fue espectacular en comparación con 2005.

Uno de los datos más significativos ha sido el porcentaje de apoyo en Pakistán, santuario de los talibán y líderes de Al Qaida. Mientras que en 2005 superaba el 52%, en 2010 descendió a un 18%. Los musulmanes de Líbano han sido los primeros en rechazar al terrorista saudí. En el mismo período han pasado de un apoyo del 19 a sólo el 1%.

En los territorios palestinos la caída de la popularidad de Ben Laden es muy significativa. En Palestina cayó 38 puntos desde 2005: de un 72 a un 38% en 2011. El mayor apoyo se concentra en la franja de Gaza. Las milicias palestinas como los «Mártires de Al Aqsa» abandonaron desde hace algunos años las técnicas suicidas, inspiradas en Al Qaida. El más radical de todos, las «Brigadas Ezzedin al Qassam», también han evolucionado y apenas han llevado a cabo acciones terroristas en suelo israelí. Ahora, además, después de años de rivalidad, el movimiento nacionalista Al Fatah y los integristas de Hamas han alcanzado un acuerdo de unidad. Coincidencia o no, pero los aires de cambio que circulan en Oriente Medio también han calado en la dividida Palestina.

En las recientes protestas en el mundo árabe, las figuras de Ben Laden y de la red Al Qaida no han tenido protagonismo. Los opositores al régimen no son más que ciudadanos corrientes que piden democracia y acabar con los regímenes autocráticos que los gobiernan desde hace décadas.


El fantasma preferido de los tiranos
Mientras en las manifestaciones que han vivido muchos países árabes este año apenas se nombraba a Ben Laden, los mandatarios, como el coronel Gadafi o el presidente sirio Bashar El Asad o Mubaraka, no han parado de utilizar el fantasma del terrorista o de Al Qaida para intentar que la opinión pública de Occidente se pusiera de su lado. Aseguraban que las revoluciones estaban siendo motivadas por Al Qaida y que tenían fines más oscuros y malvados que buscar sólo la democracia. Pero no se les creyó: Al Qaida no sólo ha sufrido la caída de su máximo líder, sino que ha perdido su reputación en el mundo.