Literatura
Zapatero etc etc etc
Zapatero se obstina en interpretar la crisis como Prim las algaradas. Recuerda Carandell que, con el pueblo levantado en armas antes de la amanecida, fueron a despertarlo y él respondió como solía: «¡¿A éstas horas movimiento?!, ¡¿Es que no saben que estoy descansando?!». Para Zapatero los millones de parados son también gente a deshoras (a «desmeses», a «desaños»), maleducados de estadísticas; marginales que provocan interferencias en su visión idílica de gobernante de realidad virtual, tartufo, flácido y manso. Ya, irremediablemente encerrado en su búnker, quizá encargando un retrato y una oda, blindado ante la verdad de las despensas vacías, repite desvaído sus irritantes jueguecitos de malabarismos palabreros. De «lo peor ya ha pasado» de hace un año, al último chiste del viernes: «Entramos en la fase decisiva». Se le ha puesto voz metálica, como las máquinas expendedoras que, ajenas al ambiente, sólo pueden repetir: «Su tabaco, gracias». Es nuestro presidente un hombre que podría haber sido feliz en el anonimato, discreto diputado que asume la pequeñez de los que concluyen la semana comiendo en la casa paterna. La trágica lotería del destino lo llevó a Moncloa y comenzó a levitar. La facturita se va a pagar en libros de la Historia de España. Josep Pla recuerda como, a principios del siglo XX, su padre decía ilusionado: «Está todo por hacer» y, pasados unos años, repetía: «Ya no hay nada que hacer». Como con éste.
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