Barcelona
OPINIÓN: De Gea rompe y rasga
Odiosa comparación
Como en esta sección se cultivan ciertos valores, mi admirada vecina es quien elige arma para la esgrima de cada lunes en el OÉ! María José decide si quiere ser yunque o martillo. Y no sólo porque ni Julián Redondo ni servidor osaríamos contravenir a una dama, sino sobre todo porque el talento corre de su parte y uno no es más que un agradecido acompañante. Cuando alguien se subía a un tablao con Camarón, se limitaba a ser palmero o jaleador. ¿O se imaginan que viniera de repente un piernas y le dijese «José, échate a un ladito que me voy a arrancar por tarantos»?
Total, que el jefe dice que esta semana toca De Gea y ya iba dándole vueltas al argumento de que en la guardería de mi sobrino hay nenes más maduros cuando me informa de que me toca defenderlo. ¿Por qué?
El roce hace el cariño y a veces hasta la comprensión, así que muchos «cabos del miedo» después me han llevado a entender un poquitín el alma colchonera. Como los atléticos son pertinaces en sus idolatrías, «mademoiselle» Navarro no acepta que al fin haya un chico de la cantera rojiblanca que sí apunta a la élite del fútbol, y no a la de las mechas coloreadas. Antes de los veinte años, que cumplió ayer, De Gea le había dado al Atlético dos títulos más que ese Fernando Torres cuyo palmarés, al margen de lo ganado con España gracias a los bajitos del Barcelona, continúa por estrenar, como virgo de novicia. No habrá dejado la edad promesa el portero titular de Quique, y ya el delantero se habrá convertido en un futbolista olvidable: protagonista del peor Liverpool de la historia y vieja gloria prematura en un Wigan de la vida.
Lucas Haurie
Todavía no
Como decían en las películas de destape los maridos pillados en la cama con otra por sus mujeres, tengo una explicación para todo esto y no es lo que parece. Estoy a este lado de la página y se supone que tendría que poner a caldo al portero de mi equipo cuando al chaval sólo le llegan alabanzas y piropos y está medio mundo asombrado de la madurez que demuestra a pesar de su insultante juventud. Estoy a este lado de la página y, sin embargo, desde mi sucio asiento azul en el Calderón, le pego unas ovaciones que tiembla el basto y me siento orgullosísima de tener en mi equipo a David de Gea, un tipo que puede hacer historia en el club de mis amores. Estoy a este lado de la página y no se me ocurren demasiados argumentos para estarlo, la verdad, pero aún así haré el esfuerzo para evitar euforias peligrosas relacionadas, sobre todo, con el entorno del chiquillo, que parece que ha comenzado a realizar algunos movimientos raros. Me cuentan que ha cambiado de representantes aconsejado por su familia, que se está dejando llevar por los cantos de sirena y que sus allegados se imaginan ya millonarios perdidos mientras en las pupilas les aparece la marca del dólar. Mal negocio. Mala pinta. Mal pálpito. Mal rollo. A David hay que aconsejarle con prudencia y tiento, hay que pulirle los defectos (que los tiene, por ejemplo en las salidas por alto o en algunas faltas de concentración en las que ha encajado goles) y hay que seguir formándole. De lo contrario, se dañará por el camino. De Gea puede ser un portero de leyenda o puede equivocarse y creerse por encima de su camiseta. Esperemos que impere la calma fuera del campo, tan importante como la que demuestra dentro.
María José Navarro
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