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Un presidente cuestionado
El jefe de Estado alemán, Christian Wulff, admite su «grave error» tras ocultar un préstamo ventajoso y amenazar al director del diario «Bild», pero se niega a dimitir
Blanco de las críticas de la opinión pública y la oposición por ocultar un préstamo ventajoso y presionar a la Prensa, el presidente federal alemán, el democristiano Christian Wulff, se resiste a dimitir. «Asumo con agrado mi responsabilidad, pero no he cometido ninguna irregularidad», aseguró anoche durante una entrevista concedida a las televisiones públicas ARD y ZDF.
«Me gusta tomar mis responsabilidades. Me comprometí por cinco años y mi intención es presentar al cabo de estos cinco años un balance como un buen y exitoso presidente. Y lo hago con alegría y convicción. Y sé que no he hecho nada ilegal, aunque no todo lo que hice fuera correcto», explicó el jefe de Estado alemán.
Wulff recibió en 2008, cuando era primer ministro de Baja Sajonia, un crédito de 500.000 euros del empresario Egon Geerkens y su mujer, que posteriormente liquidó en condiciones favorables con otro crédito de un banco público. Con ese dinero el político democristiano y su esposa compraron una vivienda unifamiliar con una parcela de 658 metros.
A las primeras informaciones sobre el préstamo siguió un reguero de revelaciones acerca de las vacaciones pasadas por Wulff a invitación de Geerkens y otros casos de presunto amiguismo.
Sobre su amenazante llamada al director del diario sensacionalista «Bild», Kai Dieckman, para impedir que publicara una información sobre el escándalo, Wulff reconoce que fue «un grave error», «indigno» de un presidente», antes de pedir a continuación «comprensión» por su proceder «humano» y recordar que al día siguiente telefoneó a Dieckman para disculparse.
Este hecho rompió abruptamente la luna de miel entre Wulff y el diario más leído de Alemania. Hasta entonces, el «Bild» había sido un firme admirador del líder conservador, que, a cambio, le concedió numerosas exclusivas sobre su vida privada.
Un cada día más cuestionado presidente aseguró sentirse indefenso frente a las feroces críticas. «Uno se siente desamparado. Como jefe del Estado alemán hay muchas cosas que no puedo hacer, acciones propias de una defensa ante tales acusaciones, pero que mi cargo no me permite».
«Éste ha sido un proceso de aprendizaje», afirmó Wulff. «Pasé de ser primer ministro de un estado a presidente muy rápido, sin tiempo para adaptarme. Todo pasó muy rápido, trasladándome de Hanover a Berlín», dijo para justificar sus errores.
Finalmente, Wulff anunció que hoy sus abogados publicarán en internet toda la información sobre el caso para que el caso quede «completamente aclarado».
Horas antes de la entrevista, Angela Merkel salió en defensa de su correligionario de la Unión Cristianodemócrata (CDU) para evitar a toda costa que el escándalo le explote en la cara y pierda a otro aliado. La canciller aún no ha olvidado que Wulff necesitó tres votaciones parlamentarias para ser investido presidente en junio de 2010 por la rebelión de decenas de diputados de la coalición de centro derecha. El portavoz adjunto del Gobierno, Georg Streiter, afirmó que Merkel sigue «apreciando extraordinariamente» el trabajo de Wulff y «confía totalmente en que el presidente responderá adecuadamente a todas las cuestiones pendientes».
En Alemania, el jefe de Estado desempeña un papel meramente representativo y es visto como una conciencia moral del país, por lo que los escándalos de Wulff representan un duro golpe para la imagen de la institución.
En el terreno judicial, Wulff ya ha sido denunciado por intimidación ante la Fiscalía de Berlín por haber intentado impedir que saliera a la luz el escándalo, y se enfrenta a una veintena de denuncias particulares en Hannover.
Mientras, los principales medios alemanes cuestionan la continuidad de Wulff y critican la violación de derechos constitucionales al intentar silenciar el escándalo. «Es un paso insidioso que posiblemente va a contribuir a la erosión del puesto de jefe del Estado», cree Heribert Prantl, del diario «Süddeutsche Zeitung».
Dos días antes de Navidad y en medio de fuertes presiones, Wulff compareció para pedir disculpas por no haber «procedido con rectitud» respecto al crédito, al no haber informado de éste al Parlamento de Baja Sajonia. Para la Prensa, sin embargo, este hecho confirma la incapacidad de Wulff para estar a la altura de su papel como conciencia moral del país. «Nunca ha sido un gran presidente», afirma el diario económico «Handelsblatt», subrayando que diputados de la mayoría parlamentaria se han unido a la oposición para reclamar su dimisión.
Anoche sólo los partidos de centro derecha quedaron satisfechos con las explicaciones de Wulff. En cambio, para los socialdemócratas «la entrevista no supone una salida a la situación y no acabará con el debate», según el diputado Hubertus Heil. El presidente del SPD, Sigmar Gabriel, fue más allá al asegurar que el «‘caso Wulff' ya se ha convertido en el ‘caso Merkel'».
Una «guerra» contra el «cuarto poder»
La pesadilla del presidente germano comenzó en diciembre, cuando el sensacionalista diario «Bild» reveló que Wulff había aceptado un controvertido crédito en condiciones ventajosas de un matrimonio amigo. Antes de hacerse público, el presidente dejó un mensaje intimidatorio al director del periódico, Kai Dieckmann, amenazando con una «guerra» y consecuencias legales si el caso salía a la luz. Wulff también llamó al jefe del grupo editorial, Mathias Dopfner, para evitar que el escándalo se publicara.
Perfil
De crítico a fiel aliado
Antes de ser elegido por Angela Merkel como candidato a la jefatura del Estado, Christian Wulff era un rival peligroso para la canciller alemana. Como vicepresidente de la CDU y primer ministro de Baja Sajonia, Wulff no dejó de criticar abiertamente la política del Ejecutivo de coalición entre democristianos y liberales. Ahora, un año y medio después de su elección, el presidente se ha convertido en un estrecho defensor de la política de la canciller.
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