Museo Reina Sofía
Muere Bourgeois la escultura hecha cuerpo
La artista, que falleció ayer a los 98 años, fue la primera mujer a la que el MoMA dedicó una retrospectiva.
«Las obras son para expresar emociones. Y las emociones no son apropiadas para mi cuerpo. Por eso utilizo el arte como garantía de salud mental», explicaba siempre Louise Bourgeois. Quizá esta visión de lo creativo como terapia fue el secreto de la longevidad de esta escultora, que murió ayer a los 98 años después de haber tenido dos ataques al corazón en los últimos días. Vivió y trabajó en el barrio Chelsea (Nueva York), donde se trasladó en 1938 con su marido, el historiador estadounidense Robert Goldwater. Adoptaron en 1940, un hijo Michael –que falleció de forma prematura–. Después tuvieron otros dos: Jean-Louis y Alain. Pero para explicar el porqué de su obra hay que remontarse más atrás.
Bourgeois nació en París en 1911. Creció en la Francia provinciana, donde ya desde pequeña se servía de sus cualidades artísticas para ayudar en el negocio de restauración de tapices de sus padres. El primer recuerdo que Louis conservaba de su infancia fue el de su madre pidiéndole a su padre que no se marchase a la Primera Guerra Mundial. A los once años, la indiscreción de su padre quiso que fuese testigo de la traición sexual a su madre con su tutora de inglés que vivía en la misma casa. La situación se hizo más insoportable por la negación de su madre, a quien tuvo que atender débil y enferma hasta que sucumbió a la gripe después de la guerra.
Este laberinto de enredos familiares, infidelidades y enfermedades dejaron marcas dolorosas invisibles de celos, inseguridades y rechazos. Sin embargo, a Borugeois le sirvieron para desarrollar su arte. Fue la cura de su miedo al abandono, su sentimiento de culpabilidad y sus pesadillas de niñez.
Para completar el cóctel de ideas, a los quince años, estudió Matemáticas en la Sorbona. De lo que aprendió en las clases de Geometría salieron después sus primeros dibujos cubistas. Pero, todavía necesitaba buscar más. Y, entonces, la que ha trascendido como escultora de grandes formas con sus arañas, empezó a pintar. Continuó su formación en el École du Louvre y École des Beaux-Arts. También, trabajó como ayudante de Fernand Léger.
Reconocimiento tardío
La artista empezó a exponer sus pinturas en Nueva York en los 40. A pesar de su éxito, fue ignorada por el mercado del arte. Y el destino quiso que sólo después de la muerte de los hombres de su vida –su marido y su padre– alcanzase en los años 70 el reconocimiento. Fue la primera mujer a la que el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York le dedicó una retrospectiva, en 1982.
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