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Metáfora descorazonadora por Alfonso Merlos
Un hundimiento histórico en este momento, en un mar tan europeo como el Mediterráneo y en un país tan europeo como Italia, no puede sino disparar toda suerte de imágenes y comparaciones. Con las peores expectativas sacudiendo las economías del Viejo Continente, con la zozobrante inestabilidad en los mercados, con el zigzagueante y precario estado de unos sistemas bancarios, encalla uno de los símbolos del lujo del que disfrutaban españoles, alemanes, franceses, austriacos, holandeses, británicos o portugueses. La metáfora es tan desoladora y directa como esclarecedora. Incluso cuando no parecía haber peligro, cuando no se esperaba la presencia de obstáculos que entorpecieran el disfrute de los turistas, la presunta impericia de un irresponsable capitán desata repentinamente el desasosiego, el drama y la tragedia, en un crescendo que desconocemos en qué concluirá hasta que no se registre el saldo definitivo de cadáveres.
Lo peor no es que haya fracasado la previsión, la anticipación o la prevención. La reacción de quien estaba llamado a enmendar su fatídico error es simplemente la de un cobarde o un desalmado. Y adquiere tintes patéticos si era su propósito acercarse a la costa para «saludar» a la isla. La tarea de los tribunales es simple: condenar por negligencia a quien, por incompetencia, ha arruinado vidas y familias enteras. Ojalá algún día nuestros incompetentes y negligentes políticos, que por razones distintas nos arruinan, también se las tengan que ver con la Justicia.
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