Andalucía
No nos enteramos
Hasta que no cesaron al anterior consejero de empleo de la Junta, pensaba que el nivel de idiocia de un político era francamente insuperable a tenor de los análisis con que el sujeto se despachaba cada vez que se conocían los nuevos datos del paro. Eran cosas cachondas y ridículas las que soltaba por la boca, del tipo de que si los datos eran malos –y a fe que siempre lo eran– según él lo que ocurría es que lo bueno aún estaba por llegar o que la causa se encontraba en que la publicación había coincidido con no se qué solsticio que le afectaba, pongamos por caso, que al turismo. Ésos eran todos sus sesudos análisis laborales como jefe supremo del ramo aun cuando, que se sepa, jamás tuvo una sola idea que ayudara a contener el desempleo siquiera un mes antes de que él mismo supiera interpretarlo con tan extraordinaria claridad. Era, ya digo, el más zopenco del Gobierno, por lo que decía y por lo que ignoraba, hasta que alguien decidió quitárselo de en medio para evitarse la vergüenza ajena o quizá para desquitarle a él mismo del bochorno. Hasta hoy, sólo ha estado a su altura el propio presidente Zapatero y la secretaria de Organización del PSOE andaluz, Susana Díaz, que acaba de hacer su aparición estelar en este ranking político de la ridiculez interpretativa. El primero ha dicho que le demuestra a quien quiera y donde haga falta que la reforma laboral tiene como objetivo evitar despidos y aumentar el empleo. O sea, que me demuestra a mí que no lo entiendo, a usted si también es el caso, cómo es posible que abaratando el despido sin que laboralmente se regule nada más, una empresa va a volver a trasladar su producción a España desde su actual fábrica de China u otra que emplee a becarios va a empezar a recontratar gente con carácter indefinido. La segunda lo que dice es que los datos en los que se acaba de conocer que Andalucía ha aumentado el paro en 23.000 personas son «esperanzadores» por el incremento de la «empleabilidad» que al parecer se produce en no sé qué sectores económicos, algo así como que abrir las compuertas de un pantano es una medida extraordinaria para poder volver a llenarlo o que cargar con un yunque es bueno para correr más al tirarlo. De locos, si no fuera porque es de tontos, ese nivel que sin verdadero ingenio yo creía insuperable.
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