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Debate No gracias por Lucas Haurie

La Razón
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La sobreexposición de los candidatos en esta era de las redes sociales ha restado utilidad a los debates electorales, esos teatrillos rígidos en los que medio siglo después aún evocamos el mito de aquel inaugural «Kennedy versus Nixon». En vísperas de las generales, el careo entre Rajoy y Rubalcaba apenas sirvió para que ambos mostrasen su sideral ignorancia de la geografía gaditana. Por no hablar de los infumables pestiños que la emisora municipal nos endosó hace menos de un año con Zoido, Espadas y Torrijos transitando por las antípodas de la oratoria y la telegenia. La composición del último Parlamento de Andalucía obligaría a organizar ahora un «pas à trois» con los líderes de los tres grupos representados. Es prescindible por caro, por poco interesante y, sobre todo, porque el formato de turnos estrictos para perorar sobre asuntos pactados de antemano se parece a un debate lo que una cafetera a un saxofón. También es posible que Griñán, Arenas y Valderas carezcan de la capacidad dialéctica necesaria para decir nada que sus asesores no le hayan hecho aprender previamente. Ellos ponen la cara y un equipo de guionistas, los argumentos. Como en las teleseries.

El seguro ganador de las elecciones autonómicas, ya veremos si con mayoría absoluta, se ha mostrado además renuente a que sea Canal Sur quien organice el cotarro. No extraña la reticencia de Javier Arenas, expresada al día siguiente de que un (oportuno) error técnico insertase en los informativos de la casa una imagen de Mariano Rajoy en una noticia sobre un caso de pederastia. Podría uno extenderse sobre cómo se entiende en la RTVA la obligada neutralidad del medio público e incluso ilustrar con alguna vivencia personal el cariño que se nos tiene allí a los trabajadores de La Razón pero no hay que ser cruel: bastante tiene esa mancha de comisarios políticos con el acechante paro. A lo que íbamos: no al debate, por coñazo e inservible, y mucho menos a la segura encerrona que le aguarda al PP si se celebra en la sede del Ministerio de Propaganda socialista. Todavía son capaces de romper a hablar de los ERE y achacarlos, como el paro, a los tiempos de Aznar.