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Cristian Varela el jefe de la tribu
Cuándo: el jueves 19 de enero. Desde las 24:00 Dónde: Sala Pirandello. C/Ventura Rodríguez, 7. Cuánto: entrada libre.
Cristian Varela está orgulloso de ser profeta en su tierra, a pesar de que la escena española de la música electrónica haya estado sin gasolina estos últimos años. Su reconocimiento internacional, ya indiscutible, llegó con sus producciones para el sello Primate, «y eso es lo que le pasó a Bardem o a Penélope cuando les valoraron en el extranjero: que te toman más en serio». Acaba de aterrizar de Viena, donde se presentó el miércoles «Ibiza Occidente», un documental en el que es uno de los protagonistas y que entra hasta la cocina del «Hollywood de la electrónica».
El filme, dirigido por Günter Schwaiger, llegará a las salas españolas a final de mes (se presenta en Madrid la semana que viene) pero a Varela lo podremos ver tras los platos el próximo jueves, a partir de medianoche. «Hay dj's que son técnicos, otros que son impecables eligiendo los temas, pero creo que lo más importante de todo es la energía, el intercambio con el público. Me recuerda mucho a las tribus antiguas, reunidas con tambores y en torno a una celebración de la vida y de lo positivo», dice Varela sobre esta medicina para tiempos de pesadumbre. «En mis sesiones intento que haya profundidad y sensualidad, pero que nunca sean lineales. Miro mucho al público, porque ser dj es también ser psicólogo: no puedes perder la atención de la gente cinco minutos. Se irán de la pista y ya has perdido el partido», dice Varela. En España la escena de clubes ha sufrido muchas pérdidas de nombres y salas. «Pero está llegando toda una nueva generación de productores que nos refrescan a la vieja escuela», asegura. Al margen de los consabidos Ángel Molina y Óscar Mulero, que califica de «orgullo» para la electrónica española, cita nombres como Coyu, David Herrero, Sergio Fernández, Wally López, HD Substance, Xpansul, Bando o Chus. «Lo que está quedando es la cultura de festival, porque los de España están muy bien montados, con muchos artistas interesantes por un buen precio, pero las salas van resurgiendo», comenta. Sobre los fenómenos comerciales como David Guetta, criticados por los puristas, Varela asegura que la música del francés es «un buen comienzo para leer el libro, y llegar hasta el final», donde hay nombres como Carl Cox, uno de los indiscutibles. «Pero me merece mucho respeto lo que ha hecho Guetta, y el éxito que ha logrado en cuatro años... hay quien lo intenta durante 15 y jamás lo consigue». Hoy, los pinchadiscos tienen auténticos equipos de marketing, imagen y producción que mantener. «Esa es la visión profesional que se muestra en el documental de Schwaiger y que casi nadie conoce».
Del piano a Kraftwerk
Varela es compositor y productor y estudió piano y solfeo, y desciende de una familia de artistas (su padre es el actor de cine y teatro Luis Varela). Comenzó en la música a los nueve años y pasó de poner música de piano a obras de Calderón de la Barca a la electrónica. La culpa debió de tenerla Kraftwerk y Depeche Mode, por lo visto. Pero hoy, de la electrónica sólo se habla por las drogas. «Y el alcohol es la peor de todas –asegura–. Pero la culpa no es de las discotecas, sino de la sociedad». Lo que recomienda es ir una vez en la vida a Ibiza. «La energía se nota cuando pones un pie en el suelo. La gente se vuelve hasta más considerada, le cambia el carácter. Llevo nueve años pinchando y lo sigo sintiendo».
El «arte abstracto» de la música
Para Günter Schwaiger, la música electrónica es una manifestación artística de primer orden. «No se la puede comparar con otros tipos de música igual que no puedes comparar arte abstracto con paisajes del siglo XVI. Pero es una de las mayores expresiones de cultura popular, porque no se inventó para contemplarla, sino para vivirla», sostiene el realizador, que firma un documental que se asoma al lado profesional de la música electrónica sin moralina. «Me parece muy interesante que ese camino se haga retrocediendo a las raíces de la música, a la esencia africana, y que se ejecute con la más alta tecnología», dice. Nunca ha sido valorada por los intelectuales porque jamás los ha necesitado para ser popular. Nació de clubes de Nueva York y Chicago y se ha extendido a todo el mundo. Sobre sus efectos en la isla de Ibiza, Schwaiger sostiene que, gracias al malentendido sobre el modo de vida de la electrónica (la noche y las drogas), «hoy no hay en la isla 30.000 hoteles llenos de alemanes».
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