Historia

España

Bienvenidos por José María Marco

La Razón
La RazónLa Razón

En los territorios de las trece colonias a punto de convertirse en los Estados Unidos de América, «federalistas» eran aquellas personas que mantenían que la nueva comunidad política debía ser una Unión, una unión de tipo federal. «Federal» quería decir que debía existir un claro reparto de las competencias entre los gobiernos de los diversos territorios, cada uno con su propia tradición política, y el gobierno central –o federal– encargado de representar al conjunto. Para los federalistas, era impensable que una vez aceptado el hecho federal uno de los Estados miembros dejara de pertenecer a la Unión. Ese fue el desencadenante de la Guerra Civil del siglo siguiente, una de las guerras más sangrientas de la historia de la humanidad. Aquella guerra se hizo para salvar la unidad sagrada de los Estados Unidos.

En el debate político europeo, «federalistas» eran quienes mantienen o han mantenido la necesidad de un gobierno central (de la Unión) consistente y claramente definido. Muchos ingleses, tradicionalmente poco proclives a la idea de integrarse en el «continente», eran antifederalistas. El federalismo, en otras palabras, es una tradición de unidad política inequívoca… excepto en España, donde sugiere, más que expresa, una vía de (des)organizar una forma de Estado entre descentralizada y caótica. En el primer sentido de la palabra, muchos expresamos una disposición favorable al federalismo hace muchos años. En un terreno que está entre el primero y el segundo, se encuentran los artistas e intelectuales que han respaldado estos días un manifiesto federal o federalista.

Aparte de una posible maniobra política a favor de la continuación de Rubalcaba a la cabeza del PSOE, lo interesante del manifiesto es la ambigüedad con la que se mueve en el espacio que media entre uno y otro sentido del término «federal». Poco a poco, muy poco a poco, los portavoces de la cultura de izquierdas van moviéndose hacia la recuperación de la idea de España. Palabras como «España» o «nación» (es decir, nación española: las demás sí que son admisibles) siguen sin poder ser pronunciadas por la ortodoxia progresista. Así que el «federalismo» es su forma de expresar un tabú. Resulta algo alambicado, pero así son las cosas en sociedades muy ricas, como la nuestra.

Si seguimos así, tal vez un año de estos nos encontraremos con una izquierda que se atreve a decirse española e incluso… ¡nacional! Si, por otro lado, dejan también atrás los fantasmas del radicalismo intransigente y avanzan hacia la socialdemocracia, la civilización, la tolerancia y la disposición al pacto con el centro derecha, ¿qué más se podría pedir? Una izquierda española nacional y socialdemócrata… Un esfuerzo más, compañeros.