Accidente nuclear
Por qué Garoña no es Fukushima
Su plan de evacuación contempla un terremoto de más de 7 grados, un hecho «muy improbable»
«Garoña es segura», repiten los trabajadores de la central nuclear burgalesa en un rap que han visto más de 33.000 internautas en YouTube. Son los héroes de la zona y los que mejor explican el funcionamiento de una planta que produjo en 2010 el 33 por ciento del consumo eléctrico de Castilla y León, o lo que equivale al 52,7 por ciento de la producción solar-fotovoltaica nacional. Su reactor no es gemelo al de Fukushima Daiichi y lo revindican en cada declaración: «Esto no es Japón», comenta Pablo, el encargado del mantenimiento del simulador con el que se forman los ingenieros de la central.
El dos de marzo de 1971 comenzó a fabricar energía y, hasta diciembre del año pasado, ha producido 125.707 kWh. Han pasado cincuenta años desde que General Electric la construyera, y sin embargo, tanto su diseño como su equipamiento son punteros. «Si no contáramos con la tecnología más innovadora, el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) no nos habría alargado la licencia hasta 2012. Nuestra central puede competir con una recién estrenada. No necesitamos rediseñarla», explica Elías Fernández, jefe de Relaciones Exteriores y el más veterano. Él vivió junto a Joaquín Cervera, el arquitecto de la estación, la inauguración de una de las seis centrales que siguen funcionando en España. En los últimos 20 años, Nuclenor, la propietaria de Garoña, ha invertido más de 350 millones de euros en poner a punto los equipos: sistemas eléctricos, mecánicos y sobre todo humanos. Todo ello para continuar dando empleo a más de 1.000 personas, entre ingenieros y personal subcontratado. «Hemos pintado todas las instalaciones para eludir el polvo que emite el hormigón y así, evitamos que las herramientas se deterioren. Pero no sólo eso, nos estamos preparando para conseguir prolongar nuestra vida hasta 2019 y por eso estamos apostamos por una plantilla joven y bien formada», añade Fernández. Salta a la vista. El día es lluvioso pero no nos impide dar una vuelta por las instalaciones. Son las 13:00 horas; la hora del bocata, o más bien del menú a dos euros, «muy rico», comenta una de las jóvenes que velan por la seguridad de la estación: «Estoy muy contenta y si hablas con cualquiera que trabaje aquí, nadie se quiere ir». No es la única que apoya la continuidad de la estación. Aida Muntion, ingeniera industrial, es una de las últimas incorporaciones y lo tiene claro: «Siempre quise trabajar en una planta nuclear y cuando surgió la oportunidad, no lo dudé».
El plan de emergencia interno de Garoña, como el de las Fuerzas de Seguridad, se ha creado a partir de lo que los sismólogos denominan «mapa de peligrosidad». Una norma que no se aplica en construcciones básicas como viviendas o centros escolares, pero que para edificaciones que pueden generar peligro para la población, sí se requiere. Como explica el Foro Nuclear, organismo que agrupa todas las centrales, «sólo se ha registrado un terremoto, en 2007 en la zona de Guadalajara, con una duración de dos segundos y una magnitud de 4,2 en la escala de Richter. Fue detectado por la central de José Cabrera (Zorita), parada desde el 2006. No provocó daños ni tuvo consecuencias en su seguridad». En cambio, el terremoto de Japón registró un movimiento tectónico de 8,9 y, por ahora, registra más de 7.000 muertos a causa del temblor y del posterior tsunami. Los marógrafos del Instituto Geográfico Nacional (IGN) también han valorado la posibilidad de que este fenómeno se produzca en el Mar Mediterráneo y que se generen olas de diez metros (las que se registraron en las costas niponas): «Es muy improbable que pueda suceder, pero aún así la central de Vandellós I, lo contempla en su plan de emergencia», afirma Emilio Carreño, director del centro. «Nuestras instalaciones están situadas 23 metros por encima del nivel del mar por si el oleja se eleva más de lo habitual. Además, al contrario que Fukushima, nuestros motores están cubiertos y no podrían dejar de funcionar por la fuerza del agua», explican desde la central de Tarragona.
Los vecinos del Valle de Tobalina no temen tanto una posible explosión nuclear como la ruptura de la presa que abastece la estación o las emisiones de las industrias químicas que rodean la zona. «Simulamos un plan de evacuación una vez al año, pero lo que nos da miedo es a dónde nos tiramos si se produce una inundación», explica un vecino de San Martín de Odón. Este jornalero teme los 31 kilómetros de carretera de doble sentido que conecta los pueblos de la comarca con la ciudad de Miranda de Ebro.
Es una ruta llena de curvas, encorsetada entre el embalse de Sobrón y los montes burgaleses. Desde Protección Civil, los responsables de ejecutar el PENBU (Plan de Emergencia Nuclear Exterior a la Central Nuclear de Santa María de Garoña), tranquilizan: «Realizamos pequeños simulacros a menudo y cada cierto tiempo efectuamos uno a gran escala en el que participan todos los municipios. Esta todo muy pensado», asegura su portavoz, Miguel Ángel Moreno.
Parada total en tres segundos
En la sala de control de la central de Burgos trabajan cuatro personas: un jefe de sala, un operario de turno, un operador del reactor y otro de turbina. Ellos son, por turnos, los encargados de velar por el buen funcionamiento del reactor. Roberto, técnico de Tecnatom, explica cómo detener Garoña: «Si se produjese algún problema, el jefe de sala debería pulsar los dos interruptores principales a la vez y la central se detendría en menos de tres segundos».
El día a día de los mil empleados de la central
La labor de una estación nuclear implica seguir un protocolo regio para evitar contratiempos. Por ello, el CSN, desde los atentados del 11-S, no permite la entrada de personal no autorizado a las zonas restringidas, pero gracias a sus trabajadores podemos recrear cómo se trabaja en Garoña
Sala de control
Un simulador exacto ayuda a la formación
- Dos técnicos expertos ponen al día a los operarios para que puedan reaccionar ante cualquier situación. Practican hasta siete protocolos.
Cerca del reactor
Nada queda sin revisar
- La seguridad es una constante dentro de las centrales nucleares y el casco es un imprescindible de sus trabajadores.
Trajes homologados
El personal lleva el mismo uniforme
- Cada empleado debe medir su exposición a la radiación antes de abandonar la zona de seguridad.
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