Escritores
Ballesteros y Domínguez
Millones de muestras de cariño, lágrimas anónimas, corazones rotos, de amigos, de antiguos compañeros derrotados, de admiradores, de gente bien y de gente corriente.
La muerte de Severiano Ballesteros, una tragedia. El cáncer, 54 años. Antes, una vida de éxitos, con algún drama personal. Es lo que tienen los humanos, imperfecciones incluso en los prototipos del invencible, del héroe, del mito, del ejemplo... Seve se ha ido y todo lo que queda de él son recuerdos extraordinarios. ¿Cómo será el testamento emocional de Marta Domínguez dentro de, ojalá, muchísimos años? La cinta rosa en vuelo rasante sobre el tartán, sus medallas, sus títulos, la memoria impoluta y libre de sospechas y de prejuicios, el cariño del público, el orgullo de los gobernantes, la fotografía de un país entero, esencia de campeona europea y mundial...
Hasta el 9 de didiembre de 2010. El día en que cambió todo. «¿Camella?», inquirían en la portada de un diario amigo que le sirvió para generar enemigos irreconciliables en la competencia. En medio, una jueza. La desvinculó de la trama de dopaje; después desestimó la acusación por tráfico de sustancias dopantes; ahora, cuando el supuesto blanqueo de dinero no es ni delito fiscal y lo de dopar a un amateur de 44 años, la liebre, está cogido con alfileres, podría dar carpetazo al caso, pese a la presión de la fiscal y las filtraciones interesadas. Bien, la magistrada absuelve a Marta, ¿cómo la recordaremos cuanto más tarde mejor? No como a Seve. Lamentablemente.
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