Poesía
Las palabras curan
«LO SOLO DEL ANIMAL»Olvido García ValdésTusquets201 páginas,15 euros
Como «Pájaros de la playa», de S. Sarduy, o «Cuerpo», de M. A. Álvarez, «Lo solo del animal» está llamado a convertirse en un clásico del testimonio de la enfermedad. El título alude a la soledad, de lo animal, pero también a lo que es privativo en su doble acepción, como privacidad y privación. Con su tónica habitual de tocar el órgano –visceral y musicalmente– para disolver cualquier frontera convencional –entre metáfora y literalidad, comunicación y conocimiento, paisaje interior y exterior, anécdota y númeno, linealidad y escorzo en el dibujo de los poemas...–, García Valdés rebaja aquí, curiosamente, el grado de adustez para celebrar cualquier ápice o resquicio vital. Se trata de aprender a «vivir en esa casa sin angustia». ¿Qué casa? La de la carcasa del universo y del propio cuerpo-mente (uno de sus rasgos es que los poemas se encuentran a la vez en el interior de una percepción y en el mundo externo), cuyos órganos y fragmentos son representados por animalillos y plantas solazados en la granja de la enfermedad. La triquiñuela del convaleciente exige que la vida en su conjunto sea contemplada y «querida como una enfermedad». No hay en ello impostación ni autoengaño para quien parece haber superado ya su antiguo pronóstico: «Terminada la juventud se está a merced del miedo». Hay sólo que sentarse con lo puesto a tocar el órgano; una cáustica y agradecida renovación del minueto o cardiograma, con una fe consciente de que «Carece la devoción de propiedad / de simetría»; de sentirse «corazón que / batía, batir que todo lo sumía», y de que es «solo sensitiva y animal de trino el alma».
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